Recientemente leí un artículo de un hermano sacerdote muy interesante al respecto del que os dejo algunos párrafos para vuestra reflexión:
“ Las charlas cuaresmales siempre fueron algo así como los ejercicios espirituales del pueblo de Dios. Ante la proximidad de la semana santa era normal, lo sigue siendo en muchos lugares, organizar unas charlas cuaresmales para alentar en el camino de la conversión y animar a los fieles a una buena confesión.
Recuerdo aquellas charlas cuaresmales de mi niñez, impartidas por el párroco o por sacerdotes llegados para la ocasión, y que congregaban prácticamente al pueblo entero. Incluso las había para jóvenes, para hombres, para mujeres… Todo un acontecimiento.
Hoy seguimos programando charlas cuaresmales en las parroquias de la misma forma que se hacía “in illo tempore”, pero con resultados bien dispares. Ya no acude la práctica totalidad de los feligreses. Más bien sucede todo lo contrario. Cada vez menos y cada vez gente menos necesitada de ellas, aunque a todos vienen bien.”
Este sacerdote concluía que sinla
Montaña no iba a Mahoma debería ser Mahoma el que fuese a la montaña por lo que sustituiría esas charlas por una micro-homilias en las misas dominicales.
Nosotros, al igual que en ejemplo de la higuera que utilizó Jesús, esperaremos un año más y el presente – como los anteriores- tendremos las charlas de lunes a miércoles santo, tras la celebración de la Santa Misa.