Desde el punto de vista religioso, los peregrinos a Betania nunca olvidan que era el lugar donde vivían los grandes amigos de Jesús, a quienes solía visitar para pasar unos días de descanso en familia: los hermanos Marta, María y Lázaro, a quien resucitó en uno de los momentos más conmovedores del Evangelio.
Betania era, sin duda, el pequeño paraíso de Jesús; Betania era la casa donde Jesús era acogido como amigo.
Y eso es lo que ha significado nuestra parroquia este domingo para D. Jesús Fernández, obispo auxiliar de Santiago, que ha querido pasar una jornada de descanso junto a las comunidades religiosas de nuestra parroquia. No fue una tarde para recibir al Pastor, sino al amigo que quería compartir; fue una tarde para acompañar al amigo.
En un primer momento de su estancia con nosotros visitó el Colegio de las Hijas de Cristo Rey, donde compartió una comida fraterna en un ambiente distendido y muy familiar. Tras la comida tuvo lugar un encuentro con las hermanas más mayores en la sala de la enfermería, donde ellas le contaron anécdotas de su larga vida religiosa y él les agradeció su generosa entrega.
Al término de ese encuentro, un rato de una divertida tertulia cargada de chascarrillos, bromas y cantos. Luego, momento para la oración y confiado diálogo.
Don Jesús tuvo también oportunidad de conocer las punteras instalaciones del colegio visitando las aulas, los laboratorios, el pabellón deportivo y las zonas de esparcimiento, recordando con ello sus tiempos de alumno, profesor y formador.
Pero la tarde estaba por delante y aún quedaba mucho por hacer. Se trasladó al «Lar A Merced», que presta una atención integral a menores en situación administrativa de desamparo o riesgo, por lo que están tutelados o en situación de guardia por parte de la Xunta de Galicia. Las Hermanas Mercedarias de la Caridad gestionan la casa, pero en esta ocasión no se trataba de una visita institucional, sino de un encuentro afectuoso, cálido y cordial en torno a un café.
Una vez más, junto a la mesa, testimonios de una vida entregada a los más desfavorecidos a través de la enseñanza y la sanidad.
A veces, romper el protocolo significa familia, cariño y comunicación sincera. No se trata de falta de respeto, sino de ver a las personas desde otro punto de vista, desde otra perspectiva: de conocernos mejor. Tal vez suponga exponerse un poco, pero es loable compartir tiempo, vida, en vez de guardarlo bajo siete cerrojos. Agradecemos a D. Jesús su gesto y su presencia. En una época en la que se le pide a la Iglesia cercanía y evangelizar con los pies en el suelo, nuestra parroquia ha acogido a un peregrino querido e ilustre. Queremos seguir siendo Betania: ese lugar de descanso, encuentro y recuperación para todos.