En la tarde de ayer celebramos la fiesta de Perdón. Para cincuente niños de Santa Cruz y ocho de Dorneda era la primera vez que recibían el sacramento de la reconciliación, como ya lo hicieran otros cuarenta niños la pasada semana
Durante toda la preparación intensiva , en la hora de catequesis, les enseñamos a hacer el examen de conciencia, lo que significaba el dolor de los pecados y el propósito de la enmienda.
Les indicamos como se decían los pecados al confesor, que les daría la absolución y la penitencia. Miles de preguntas acerca de lo que es pecado y no, ¡un montón anécdotas!.
Y llegó el gran día los niños recibieron el sacramento de la reconciliación, por primera vez. Las catequistas les asistimos en todo momento con sus dudas y con la penitencia.
Luego en un acto simbólico encendimos una vela que quería dignificar la lisbxenla gracia y la alegría del perdón. Tras la celebración se les impuso a cada uno una cruz que es la señal de los cristianos recordándoles que en la Cruz el Señor nos redimió.
Por último la parroquia les regalo un cucurucho de chuches para hacer una fiesta, porque sus pecados habían sido perdonados. Puedo afirmar a ciencia cierta que todos los que estuvimos allí, tanto los catequistas como las hermanas y los sacerdotes, lo pasamos muy bien. Fue realmente una fiesta para todos.
En todas las parábolas que Jesús nos presenta acerca del perdón: la oveja perdida, la moneda perdida,… y por supuesto, el hijo pródigo…acaban en una fiesta. Dios nos perdona y nos hace una fiesta.
Cuando recibimos otros sacramentos, bautismo, confirmación, la primera comunión, matrimonio, y orden sacerdotal, hacemos una gran fiesta. Evidentemente no ocurre así cuando la unción de enfermos, por razones obvias. Pero ¿Qué pasa con la primera confesión? ¿Recuerdas tu primera confesión? Pero sí te acuerdas de tu primera Comunión. ¿No es tan importante el perdón de Dios nuestro Padre, como la primera vez que recibimos a Jesús?”
Por eso hicimos una gran fiesta, la gran fiesta del perdón.