¡Qué revuelo en el Paraíso ante la llegada de la Madre del Salvador! El arcángel Gabriel, se emociona ante la llegada de aquella a la que le transmitió el mensaje de Vida. Miguel, inquieto, forma a todas las milicias celestiales para rendirle honor a la que entra, ya triunfante, acompañada de los ángeles que la llevan a la morada definitiva. Rafael le acompaña en el camino para que su pisar sea suave y confiado. El resto de potestades, tronos y dominaciones, la infinitud de Ángeles y querubines saltan de gozo y alegría; y junto con los Santos recuerdan aquellas palabras de la Escritura: «¿Quién es Esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla?» María entra triunfante en el Cielo, la Trinidad la espera para agasajarla con todas las bendiciones que se merece. Jesús y María se funden en un abrazo de eternidad. José, su esposo terrenal, la recibe con una emoción indescriptible. Y Ella, agradecida, canta de nuevo el Magnificat. Pues toda honra y honor son para el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que han hecho en María la criatura más perfecta y pura de todo lo creado.
Felicidades, María, porque has creido y el Poderoso ha hecho grandes cosas en ti. Amén.