Recuerdo que, en los días previos a mi venida hacia estas tierras europeas, mis compañeros y hermanos sacerdotes que han pasado por esta experiencia, me animaban compartiéndome que una de las grandes riquezas de esta experiencia es vivir en primera persona la universalidad de nuestra Iglesia. Yo era consciente de lo que significaba y significa la universalidad de la Iglesia por lo que había leído y estudiado en el seminario de mi diócesis, sin embargo, no es lo mismo saberlo o conocerlo a través de un libro o a través de las palabras de quienes lo han vivido, que vivirlo personalmente.
Después de haber compartido y vivido entre vosotros durante estos días, he podido “tocar con mis manos” el don de la universalidad de la Iglesia. Un don que te hace sentir que estas en casa, que no eres un desconocido entre personas desconocidas; un don que te permite recordad que tienes una familia que te espera y te acoge en cada uno de los lugares donde la Iglesia Católica se encuentra, un don que te recuerda que tienes “una familia sin fronteras”.
Con esta conciencia agradezco a Dios por permitirme estar estos días entre vosotros, por permitirme compartir y vivir junto a vosotros todas aquellas experiencias y sentimientos que solo se viven en una familia: alegrías, triunfos, paz, tristezas, dolor, etc. Todo esto lo hemos vivido tanto en las celebraciones litúrgicas: matrimonios, comuniones, bautizos, exequias, etc., como en los momentos de diálogos y convivencias.
Por todo esto doy gracias a Dios y a vosotros. Os recordaré siempre en la celebración eucarística y en mis oraciones.
Agradezco grandemente a la comunidad de religiosas de Cristo Rey por la atención, el cariño y la amistad con que me trataron en estos días. Las tendré siempre presente en mis oraciones.
De modo especial agradezco a don José Carlos, vuestro párroco, por permitirme estar entre vosotros, pero sobre todo por la fraterna y amigable atención que me brindó.
¡GRACIAS PARROQUIA DE SANTA EULALIA DE LIÁNS!