Lucas 6,6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenia parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero Él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.» Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Meditación
Rodeado de sus discípulos, Jesús cura en medio de una controversia, a un hombre que tenía una mano seca. La presencia de Jesús, abre un nuevo tiempo, es el tiempo de la alegría, de la restauración y la liberación de la persona.
El pasaje tiene unos aspectos que no podemos obviar. Ni el hombre enfermo busca la curación ni es llevado a Jesús por alguien que se interese en él; los escribas y fariseos no estaban presentes para el encuentro con Jesús y su Palabra sino para ver en que se equivocaba para poderlo acusar llegando hasta la agresividad y el deseo de hacerle mal; es Jesús el que se interesa por la realidad de aquel hombre y, aunque sabiendo que iba ser criticado por curar en sábado, se mueve por la caridad que es la plenitud de la ley y enseña que hay que poner al hombre en el centro para no excluir ni ser indiferentes a la necesidad del otro.
Qué importante es confrontarnos con el Evangelio, para confirmar la actitudes que brotan del encuentro con la Palabra, que inquieta y mueve de verdad a la acción, como dice el Papa Francisco, haciendo que pase por el oído al corazón y del corazón a las manos, es decir, a la acción. La motivación de amor de Jesús nos invita a tomar sus mismos sentimientos; Él no sólo quiere curar al enfermo, sino que también desea curar la actitud paralizada y estática de quienes lo criticaban; quiere ir más allá del milagro; desea reanimar la fe de la comunidad en la que la caridad debe ser su fundamento.
Jesús pone en el centro al hombre. Esto nos sugiere que nadie puede ser excluido en la comunidad, que no podemos ser indiferentes a la verdad y la necesidad del hermano; es más, que nadie debería autoexcluirse, debemos buscar al Señor para no acostumbrarnos a nuestras parálisis que nos impiden extender la mano al otro. Jesús pone al centro al hombre para que recupere la dignidad y sea consciente del llamado a estar en comunidad. Nadie puede crecer sólo ni encuentra la plenitud en el encierro en sí mimo; experimentamos la necesidad de estar con los otros. Muchas voces que se alzan ofreciendo felicidad y bienestar pregonan un individualismo que conduce al vacío existencial porque no es posible encontrar la plenitud de la vida encerrados en nosotros mismos; cuánto desencanto de la vida podemos evidenciar en los ambientes donde se ahoga esa condición natural del encuentro. Hoy el Señor, también quiere curarnos a nosotros de esta parálisis.
Entonces, podemos preguntarnos: ¿Valoro el llamado que el Evangelio me hace de salir al encuentro de los hermanos, venciendo el egoísmo y los prejuicios? ¿Dejo que el Señor cure mis parálisis para vivir la experiencia de comunidad? ¿Reconozco que este es un tiempo privilegiado para experimentar la liberación y la restauración que el Señor obra? No perdamos la oportunidad de vivir esta jornada con una actitud de acogida, encuentro y valoración de los demás, dejando que la caridad sea el criterio que inspire toda la acción.