Como cada jueves, tras la celebración de la Santa Misa, expondremos al Señor en la Custodia para la adoración.
A las intenciones particulares de esos momentos de oración añadimos una comunitaria: Las vocaciones. Solos conscientes de la invitación de Jesús a que pidamos Obreros para su mies y le pedimos que suscite vocaciones sacerdotales y religiosas entre las familias de la parroquia. También -como cada jueves al publicar esta entrada- continuamos con nuestra catequesis sobre la Eucaristía.
El ministro de la celebración.
¿Quién celebra la Eucaristía? ¿Los fieles laicos celebran la Eucaristía?
El código de derecho canónico de la Iglesia afirma que “sólo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de confeccionar el sacramento de la Eucaristía, actuando en la persona de Cristo” (CIC No. 900).
Sin embargo, la Constitución Dogmática sobre la Sagrada Liturgia afirma que es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza, quien celebra: “Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es ‘sacramento de unidad’, esto es, pueblo santo, congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos (Sacrosanctum Concilium No. 26).
Entonces ¿los fieles laicos celebran la Eucaristía? Sí, todo el pueblo de Dios celebra la Eucaristía. Esto es posible porque todos los fieles laicos, desde el momento de su bautismo, participan del único sacerdocio de Cristo que los capacita para ofrecer sacrificios espirituales (cf. Lumen Gentium No. 10).
Sin embargo, cada uno participa y celebra la Eucaristía de modo diverso, pues, la diferencia entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial de los que han recibido el sacramento del Orden no es solo gradual sino esencial. El papel del sacerdocio ministerial en la celebración de la santa Misa es esencial: sólo el sacerdote válidamente ordenado puede consagrar la Santísima Eucaristía, pronunciando en la misma persona de Cristo las palabras de la consagración (cf CIC No. 900). El obispo san Ignacio de Antioquia (año 105 d.C.) decía a los fieles de su diócesis: “consideren como eucaristía válida la que tiene lugar bajo el obispo o bajo uno a quien él la haya encomendado”.
Por tanto, aun cuando en la celebración de la santa Misa todos participan y celebran, sin embargo, “…todos, ministros ordenados y fieles laicos, cumpliendo cada uno con su oficio, hagan todo y sólo aquello que pertenece a cada uno” (Institución General del Misal Romano No. 91), sin que haya confusión entre el sacerdocio ministerial, el sacerdocio común de los fieles y el ministerio del diácono y de los otros posibles ministros (ministros extraordinarios de la comunión, lectores, salmista, monaguillos…).
“¡Oh, amor tierno y generoso de un Dios para con tan viles criaturas como nosotros, que tan indignos somos de su predilección!, ¡cuanto respeto deberíamos tener a ese grande Sacramento, en el que un Dios hecho hombre se muestra presente cada día en nuestros altares!” (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el Jueves Santo).