Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,18-21
En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.» Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús
Meditación
En el camino que conduce a Jerusalén, Jesús se ve rodeado de una gran multitud que se siente atraída por sus signos y por sus palabras. El Señor propone su Palabra a sus discípulos confiándoles el camino del dolor y la cruz que acontecerá y que se convertirá en la razón que sostendrá su fe y su esperanza haciéndolos testigos.
El Reino no es algo abstracto, no es una idea; es la presencia viva del Señor que transforma y da vida. Este reino viene comparado con el “grano de mostaza” y con la “levadura”; estas dos realidades se caracterizan por su dinámica interior que produce un crecimiento extraordinario. El grano de mostaza debe ser enterrado (morir) para convertirse en árbol (dar vida). El reino de Dios es la Persona de Jesucristo que se ha hecho pequeño; “hombre semejante a los hombres, menos en el pecado”; dice San Pablo “Él de condición de divina no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó rebajándose hasta la muerte y la muerte de cruz”. Es el grano de trigo que se entrega y levantado, en su resurrección, da vida y seguridad. Es el grano que muere para producir fruto abundante.
De igual manera, la comparación del Reino a la levadura que se esconde en tres medidas de harina conduce a comprender que el crecimiento exige tiempo y proceso. La levadura se convierte en la figura del Evangelio que viene acogido en la Iglesia y en el corazón de cada creyente; es la afirmación de la necesidad de recibir la fuerza de la Palabra del Señor, capaz de hacer crecer la masa. Sí, aceptar, acoger y dejar que la Palabra nos haga crecer desde dentro.
Con dos comparaciones, el Señor nos enseña cómo actúa su gracia y cómo es importante reconocer el valor de las pequeñas realidades de la vida. En lo más sencillo de la historia y en nuestra cotidianidad la presencia de Jesucristo resucitado garantiza que en nosotros se dé un auténtico crecimiento que produce fruto abundante en toda las dimensiones de la existencia. La fuerza de la fe inquieta al compromiso, hace morir al inconformismo y a la desidia espiritual, genera transformaciones en lo personal y comunitario. Si nos viéramos estancados en el crecimiento humano y espiritual tendríamos que preguntarnos si estamos colaborando con la gracia de Dios; porque el creer con autenticidad nos lleva a saber que la medida que debemos alcanzar es grande.
Así podemos decir que el cristiano se convierte en grano de mostaza que da su vida cada día y se compromete siendo levadura que fermenta las realidades que le son confiadas con los valores del Evangelio.