Cuando Cristo ascendió a los cielos los Apóstoles quedaron desconcertados sin saber qué hacer. Al principio, las primeras comunidades, no lograron alcanzar plenamente una vida ideal.
Su vida debía seguir siempre el ideal de la Iglesia.
En los Hechos de los Apóstoles, la vida de la primera comunidad se agrupa en tres apartados:
a) En el interior de la comunidad: la comunidad.
b) En su relación con Dios: la oración, los ritos y las celebraciones.
c) En su actividad hacia fuera: la misión
Si estas comunidades crecieron fue por la acción del Espíritu que les hizo entender que los que las formaban no solo ejercían un papel de mera escucha de los testimonios de los Apóstoles si no porque en ellas todos tuvieron un rol activo. Precisamente porque en el plan de Dios todos aportamos.
Esta tarea continúa hoy y la Iglesia sigue trabajando muy duro en propagar la fe. Desde nuestra parroquia podemos hacerlo. Ella necesita de nosotros más de lo que creemos. El próximo domingo celebraremos el Día De la Iglesia Diocesana.
En entradas anteriores publicábamos la carta Pastoral de nuestro obispo D. Julián Barrio sobre esta jornada. También un artículo explicando en qué consistía. Hoy queremos que cada uno reflexione en su papel, si somos o no miembros activos de nuestra comunidad.
Convéncete de algo: Dios puede hacer mucho a través de ti, sin importar lo que sea :una dulce voz o el arpegio de una guitarra en el coro parroquial, los hermosos arreglos florales, una buena administración económica, la formación de niños, jóvenes o matrimonios, la actividad caritativa y social o un servicio pastoral).
La parroquia no solo es el párroco, sino también a fieles laicos que lo apoyan. Somos una gran familia en la que cada uno tiene una función. Muchas veces oímos hablar de la riqueza de la Iglesia y la mayor riqueza son sus gentes y por eso todos debemos poner nuestros denarios a producir como nos pide el Señor en su Parábola.