Lectura del Santo Evangelio según Lucas 17,20-25
Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: «La venida del Reino de Dios no se producirá aparatosamente, ni se dirá: `Vedlo aquí o allá’, porque, mirad, el Reino de Dios ya está entre vosotros.» Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: `Vedlo aquí, vedlo allá.’ No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero antes tendrá que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús
Meditación
Una discusión sobre el momento de la venida del Reino entre Jesús y los fariseos marca el ritmo del pasaje del evangelio que meditamos hoy. Un tema que venía interpretado desde distintas concepciones. Jesús conduce a sus oyentes a descubrir que el Reino de Dios está ya en medio de ellos pero no quieren ver las señales.
Los fariseos pensaban que el Reino de Dios llegaría solamente si se llegaba a la observancia perfecta de la ley; en este sentido el reino sería la recompensa divina al buen comportamiento del pueblo. Jesús presenta otra realidad: el Reino de Dios ha llegado, está en medio de nosotros no como fruto de nuestros méritos sino como don gratuito de Dios. Dios se hace cercano y camina con su Pueblo; él viene a buscar al hombre para ofrecerle entrar en el plan de salvación. Así lo señala San Juan “la Palabra de Dios se hizo carne y puso su morada entre nosotros; vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn 1, 11-12).
Ellos como observantes rigurosos de la ley habían formado un paradigma del Reino de Dios con sus conceptos e idearios que no les permitía abrirse a la novedad que presentaba Jesús, no sólo con sus enseñanzas sino también con los signos que obraba. La pregunta realizada por los fariseos se hace oportunidad para hablarle a los suyos presentándoles los tiempos que están viviendo; Dios ha entrado en la historia del hombre para salvarlo y el proyecto de Dios no se detiene aún cuando parezca que el sufrimiento, la crisis y el mal permean con violencia obnubilando el camino y la meta.
Por esto, la Palabra de Jesús no siembra miedo ni incertidumbre. Él abre a la esperanza verdadera que se hace compromiso con la vida. Es necesario con una mirada de fe leer la historia, sin dejarnos engañar por falsos mesianismos o por ideologías de todo tipo que juegan con la necesidad de las personas. Si, la mirada de fe de nuestra historia nos compromete a vivir con un profundo sentido de transcendencia las realidades temporales, asumiendo el camino del Maestro.
Él no ha renunciado a la cruz; en sintonía con la voluntad de Dios ha abrazado el dolor y el sufrimiento de los hombres para levantarlos, ha ofrecido su propio Cuerpo por la salvación de muchos, puesto en alto ha lanzado el grito de amor que habla de una nueva vida; ha resucitado anunciando que la muerte ha sido vencida y que quien cree y vive en él encuentra la esperanza que no defrauda, el amor que inspira y la fe que se concreta en toda clase de buenas obras.
Entonces, vivamos la presencia cotidiana del Reino de Dios. Jesús nos ha dejado su presencia. Dejemos que el Señor reine en nuestros corazones. Podemos decirle: “Señor entra en mi corazón y en mi vida, quiero que hagas conmigo lo que quieras. Quiero vivir en amistad contigo; deseo ver los acontecimientos de la vida con tu mirada y comprometerme con tu proyecto de salvación”.