Entre marullo y marullo del Lago de Maracaibo llegó hasta las orillas del estuario zuliano una tablita, que recogió una anciana llamada María Cárdenas, quien cumplía su labor de lavado de ropa ajena.
María pensó que esa pequeña tabla le serviría para tapar la tinaja de agua que tenía en su casa, pero al limpiarla notó una imagen que asoció con símbolos religiosos, lo cual le apareció hermoso. Decidió entonces la anciana colgar en una de las paredes de su humilde aposento el cuadrito borroso, pero bello para ella.
Era el viernes 18 de noviembre de 1709 cuando, quizás entretenida en sus quehaceres de la casa, escuchó un golpeteo en la pared al cual no tomó mucho en cuenta, sino hasta en la tercera oportunidad. Extrañada decidió entonces dirigirse hasta donde le guiaba el sonido.
Era la tablita iluminada. En ella se detallaba una Virgen que llevaba un niño en sus brazos y le acompañaban a los lados dos santos. María se inclinó exclamando con fervor «¡Milagro! ¡Milagro!».
Así es la historia de la Chinita de la que este domingo se cumplían 309 años. Nosotros lo hemos celebrado en una Iglesia abarrotada de fieles ante una reproducción de su imagen que hemos expuesto para la veneración.
La comunidad parroquial se unió a aquellos que la celebraban como
patrona: Colombianos, venezolanos maracuchos y peruanos naturales de Caraz, así como todos aquellos devoto se de Nuestra Madre.
Al término de la celebración todos los feligreses fueron obsequiados con un dulce navideño típico de Venezuela-pan de jamón- que una familia venezolana presentó como ofrenda, en palabras suyas: “para devolver a la parroquia un poco del mucho cariño que ha recibido de ella desde su llegada”
También, como es habitual en estas celebraciones, se recogió ayuda para los que llegan a nuestra ciudad a comenzar una nueva vida y que necesitan de nuestra solidaridad.