Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,12-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús
Meditación
Continuamos la meditación del discurso iniciado ayer, en el que el Señor invitaba a la comunidad a tener cuidado para no dejarse engañar y a no tener miedo; hoy el discurso conduce al creyente a situarse en los hechos que vive y a no perder la fe en Dios, perseverando y dando testimonio en toda ocasión.
Jesús de camino a Jerusalén había dicho a sus discípulos que ellos debían compartir su destino, es decir, ser perseguidos, acusados y padecer, incluso, la muerte por su causa. El evangelista Lucas nos comparte lo que estaba viviendo la comunidad cristiana. El Libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra las continuas persecuciones sufridas por la Iglesia; San Pablo comparte el testimonio de su sufrimiento por causa del Evangelio: “Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el abismo; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez…En Damasco, el etnarca del rey Aretas tenía puesta guardia en la ciudad de los damascenos con el fin de prenderme» (2Co 11, 24-32).
El discurso que venimos meditando no es una palabra de desánimo para los discípulos; al contrario, de estos acontecimientos brota la vida; no son palabras de temor, sino de esperanza porque el creyente descubre que en medio de las persecuciones y adversidades hay una verdad que sostiene e invita a seguir avanzando: “¡Dios está con nosotros!, en nuestras luchas Él nunca nos abandonará”.
En la persecución, los cristianos convencidos de su fe encuentran una oportunidad para cumplir la misión de testimoniar con valor su amor a Dios y a la Iglesia. Y esta realidad continua siendo vigente; recuerdo a una joven de mi parroquia que compartía la persecución que le hacían en su trabajo porque era creyente; su fe católica la comprometía a hacer las cosas bien, no había cabida a “decisiones injustas” o a “torcidos” que le pedían hacer; no era una fanática ni podía ser acusada de descuidar sus oficios; sin embargo recibía burlas hasta por expresiones que solía decir: “Si Dios quiere”, “Dios los bendiga”. En esta realidad ella era invitada a perseverar en el bien y en el amor al Señor. Una persona que ha tenido una experiencia personal de encuentro con el Señor puede decir como San Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8, 35-39).
Así, podemos confirmar la invitación del Señor a perseverar firmes en la fe dando testimonio de la experiencia de Dios que vivimos. Recordemos que toda circunstancia es una ocasión para descubrir que, como dice el Señor, “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
P. John Jaime Ramírez Feria