Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús
Meditación
Llegamos al final del año litúrgico y del discurso apocalíptico, que durante estos días hemos estado meditando; con dos consejos San Lucas cierra el discurso de Jesús: un llamado a la vigilancia y mantenernos disciplinados en la oración. Detengámonos en estos dos aspectos:
“Tened cuidado: no se os embota la mente”, es el llamado a la vigilancia, en primer lugar, de nosotros mismos y de las muchas distracciones que nos pueden volver insensibles y acostumbrados.
Recordemos lo que en otro pasaje nos dice el Señor: «¿También vosotros estáis todavía sin inteligencia?… Lo que sale de la boca viene de dentro del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. Porque del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias» (Mt 15, 18-19). Vigilar el corazón para desear, decidir y actuar con discernimiento, con libertad y compromiso. Vigilar el corazón para no embotarlo con caprichos y apegos; la virtud de la vigilancia nos libera de una mente cerrada y un corazón obstinado.
También se nos pide ser vigilantes frente a las distracciones externas; ya el Señor nos había dicho que los tiempos que vivimos son difíciles, que debemos tener cuidado para no ser confundidos, al punto de desanimarnos en la fe y en la caridad. Vigilar en este aspecto nos compromete a saber leer los acontecimientos de la historia para discernir lo que el Señor nos pide en cada circunstancia.
El segundo consejo es estar siempre despiertos y mantenernos en pie delante del Señor. ¿Qué hacer? Permanecer en la oración como fuente de fortaleza y esperanza. Orar en todo tiempo para tener la sabiduría del Espíritu que nos ayude a no perder el horizonte. La oración es profundamente dinámica porque nos mueve al compromiso, nos da la certeza que nos vamos solos en el camino de la vida, nos recuerda la promesa del Señor: “No tengan miedo, yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”; la oración mantiene viva la motivación del encuentro definitivo con el Señor alentándonos en las pruebas e inconvenientes. La oración como experiencia de comunión con Dios nos mueve al encuentro con los hermanos porque “cada vez que lo hiciste con unos de estos pequeños de mis hermanos, conmigo lo hiciste”.
Concluyamos confirmando que todo el discurso apocalíptico que hemos meditado durante estos días tiene el objetivo de motivar a las comunidades perseguidas a conservar la esperanza, permanecer firmes en la fe y arraigados en la caridad.
P. John Jaime Ramírez Feria