La devoción a la Virgen tiene como cauce de expresión una antigua costumbre nacida en el siglo XV y de la que fueron precursores los frailes franciscanos: las capillas domiciliarias u hornacinas.
Las primeras llevaban las imágenes de la Virgen del Carmen, de san Antonio de Padua o de san Francisco de Asís. Desde entonces muchas advocaciones marianas han recorrido de esta forma los hogares de los fieles llevando a las casas la cercanía y el amparo de la Madre De Dios.
Aunque no en todos los lugares se hace del mismo modo, la costumbre apenas ha cambiado a lo largo de los siglos: cada capilla suele rotar en un grupo de unos 30 hogares (por eso se llama «domiciliaria») de modo que pueda regresar al cabo de un mes. Cuando más familias quieren tenerla se pone en circulación una segunda capilla y así sucesivamente. El turno va de vecino en vecino siguiendo siempre la misma dirección, y se procura que la capilla pase al menos una noche en la casa, de manera que los miembros de la familia puedan «velar» la imagen de la Virgen.
Suele colocarse la capilla en un lugar preferente, para que quede patente la protección de María sobre el hogar y sea fácil acudir a Ella en oración. En la mayoría de los casos, las capillas llevan escritas varias oraciones que sirven para recibir la imagen, para hacer algún triduo o novena a Nuestra Señora y para despedirla. También es costumbre hacer una limosna en la hucha que suelen incorporada – no es nuestro caso- y que se destina a obras de caridad, así como encender delante alguna vela o lamparilla como señal de veneración.
En el día de la Inmaculada hemos puesto en circulación una Capilla domiciliaria y en la parroquia con la imagen de Nuestra Señora de Fatima.
Invitamos a las familias de la parroquia a que se apunten a esta iniciativa de llevar a casa una imagen de Nuestra Madre para rezar, dar gracias, pedir por las intenciones personales o parroquiales.
Cada domingo una la Capilla retornada a la Iglesia de Santa Cruz donde una nueva familia pueda recogerla y así visitar muchos hogares de nuestro pueblo. Quien lo desee no tiene más que comunicarlo en el despacho o en la sacristía para poder organizar la entrega de la imagen.
Se trata de recuperar una devoción sencilla pero llena de piedad mariana que sin duda redundará en una riada de gracia para toda la parroquia.