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Exposición del Santísimo

by santaeulalia
Exposición

En toda forma de culto a la Eucaristía hay que tener en cuenta que su intención debe ser una mayor vivencia de la celebración eucarística. Las visitas al Santísimo, las exposiciones y bendiciones han de ser un momento para profundizar en la gracia de la comunión, revisar nuestro compromiso con la vida cristiana; la verificación de cada uno ante la Palabra del Evangelio, el asomarse al silencioso misterio del Dios callado… Esta dimensión individual del tranquilo silencio de la oración, estando ante él en el amor, debe impulsar a contrastar la verdad de la oración, en el encuentro de los hermanos, aprendiendo también a estar ante ellos en la comunicación fraternal.

Por ello, cada semana, al término de la Santa Misa y con el deseo común de pedir por las vocaciones, exponemos al Señor en la Eucaristía. Te invitamos a unirte cada semana a la contemplación, alabanza y oración de petición ante el Santísimo.

Día: Jueves
Lugar: Iglesia nueva de Santa Cruz
Hora 19:30 hh.

El mejor regalo de navidad.

En los días anteriores a la celebración de la navidad, es normal encontrar a las personas en las distintas tiendas o comercios buscando “el mejor regalo” para sus seres queridos.

Personalmente, siempre me ha impresionado la capacidad de querer que nosotros los seres humanos tenemos. Son tantos los medios y momentos que utilizamos para manifestar nuestro cariño; incluso sabemos identificar los momentos y circunstancias en las que lo manifestamos. muchas veces de modo espontaneo o porque las circunstancias nos lo piden (sobre todo en momentos de sufrimiento), otras veces en momentos u ocasiones ya determinadas. Uno de esos momentos determinados, sin duda, son las fiestas de fin de año. En estos días, todos preparamos algún presente que pueda manifestar en parte lo que significan para nosotros nuestros seres queridos, y por ello dedicamos tantas horas y hasta quizás tantos días pensando en “cuál será el mejor regalo”.

Creo que vale la pena dedicar un momento más para preguntarnos cuál será “el mejor regalo” de navidad para aquellos a quienes queremos.

Todos sabemos que la capacidad de querer del ser humanos es tan grande que los regalos materiales o físicos -me atrevería a decir que- siempre “se quedan cortos”, no manifiestan todo aquello que quisiéramos expresar. Si esto es así, cabe hacernos una pregunta, ¿existe algún regalo que tenga la capacidad de expresar proporcional o realmente lo que llevamos dentro? La respuesta es SI. Brevemente describo dos regalos o dones, inseparables entre sí, en los que se puede expresar lo que llevamos dentro.

El primer regalo es el de donarnos a nosotros mismo. No hay regalo alguno -sin importar su valor- que pueda compararse o sustituir el regalo del don de sí mismo, el regalo de darse a los demás. Este donarse a los demás se traduce en un servicio desinteresado, en un servicio hecho con alegría, con cariño, con amor, se traduce en el deseo de estar con aquellos a quienes se ama, pues muchas veces el mejor servicio que se puede prestar es estar con ellos.

El segundo es el regalo que nos da Dios, y el regalo que nos ofrece Dios es Él mismo. Sí, Dios mismo se nos ha donado en la Eucaristía, Dios mismo se ha querido quedar como regalo en la Eucaristía. No existe regalo más grande que éste, pues qué regalo puede siquiera compararse al don del mismo Dios.

Es impresionante descubrir la capacidad de querer y amar que tenemos los seres humanos, pero es más impresionante descubrir las formas, que Dios mismo nos ha dado, para expresarlos.

El mejor regalo, sin duda alguna, será el don de Dios, que es inseparable, al don de nosotros mismos; más aún, el don de nosotros mismos es fruto del don de Dios. Y ya conocemos que el don de Dios, el don de Sí mismo, lo recibimos de forma especial en la Eucaristía.

Por tanto, sin excluir nuestras celebraciones familiares, el mejor regalo que podemos hacerle a nuestros seres queridos en esta navidad es invitarlos a participar activamente en la santa Eucaristía. Y si, por las circunstancias que fuera, no pudieran participar, llevemos el don de Dios y el don de nosotros mismo a ellos.

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

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