El día 11 de febrero -memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes – se celebra la Jornada Mundial del Enfermo. Ese día constituye para los enfermos, mlos trabajadores sanitarios, los fieles cristianos y toda las personas de buena voluntad “un momento fuerte oración” de ofrecer el sufrimiento por el bien de la iglesia y una llamada dirigida a todos para reconocer en el hermano enfermo el mismo rostro de Cristo que, sufriendo muriendo y resucitando nos alcanzó la salvación de la humanidad “ como afirma San Juan Pablo II en la carta de institución de la Jornada Mundial del Enfermo el 13 de mayo de 1992.
Bajo el lema «Gratis habéis recibido, dad gratis» se pretende reconocer el valor de la gratuidad en la entrega al cuidado de los enfermos, como reconocimiento del recibido. Es necesario hacer una reflexión en la importancia del voluntariado y la necesidad de animara más personas en esta dirección.
El Papa Francisco en su mensaje para esta Jornada nos exhorta a todos, en los diversos ámbitos, a que promovamos la cultura de la gratuidad y del don, indispensable para superar la cultura del beneficio y del descarte.
Frente a la cultura del descarte y de la indiferencia, el Papa desea resaltar que la vida es un don De Dios y este don se sitúa como el paradigma capaz de desafiar el individualismo y la contemporánea fragmentación social, para impulsar nuevos vínculos y diversas formas de cooperación humana entre pueblos y culturas.
Resulta muy oportuna la relación de la fecha de la Jornada Mundial con la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes pues gran parte de la devoción propagada por Santa Bernardette se basó en la curación de aquellos que acudían a la gruta de Lourdes pidiendo la recuperación de sus dolencias.
Uno de las temas constantes que aparece en los mensajes pontificios para este día es la necesidad de revalorizar los sacramentos de sanación, es decir, La reconciliación y la unción de los enfermos ambos con ”natural el complemento de la Comunión Eucarística”. Estos sacramentos ponen en evidencia el binomio salud física y curación de “las heridas del alma”.
Quién, en la enfermedad, “invoca el Señor” -escribió el papa Benedicto XVI en uno de sus mensajes para este Jornada- “puede estar seguro de que su amor no lo abandonará nunca y que “el amor de la iglesia” no le dejará solo. En el Sacramento de la Reconciliación, en la “medicina de la confesión” nos dice Benedicto, “la experiencia del pecado no se transforma en desesperanza sino al contrario, en el amor que perdona y transforma”. Por eso en el momento del sufrimiento, en contra de ser un momento de desesperación puede transformarse en un tiempo de gracia para la introspección y repensar la propia vida y en los propios errores, como el hijo pródigo del Evangelio.
El sacramento de la unción de los enfermos no debe ser considerado como si fuese un sacramento menor en relación a los demás sacramentos. Merece hoy la mayor consideración bien sea en la reflexión teológica, bien en la acción pastoral en favor de los de enfermos.
Debemos resaltar, por último, la importancia de la eucaristía. Recibida durante la enfermedad contribuye de manera singular a operar una transformación, asociando al enfermo a la ofrenda que Jesús hace de su mismo al Padre por la salvación de todos. De ahí la constante exaltación de los papas a toda la comunidad eclesial y en particular las parroquias a fin de que piscina atención en asegurar la posición de los enfermos y ancianos de acercarse con frecuencia a la comunión.