Lectura del santo evangelio según san Mateo 28,8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
Palabra del Señor. Gloria a TI, Señor Jesús
Meditación
¡Felices Pascuas! Es el anuncio que hacemos los cristianos en este tiempo que el Señor nos permite vivir. Y en este lunes el pasaje del evangelio nos presenta dos testimonios; el primero, el de las mujeres que van al sepulcro vacío, Jesús les sale al encuentro y les dice: ¡alégrense!, enviándolas a anunciar la gozosa noticia a los hermanos. En segundo lugar, el testimonio de los soldados que ven lo que ha sucedido pero se niegan a aceptarlo; entonces el camino que toman es el de ponerle un precio a la verdad y testificar un engaño.
Dice el Papa Francisco: “Este es el anuncio que la Iglesia repite desde el primer día: ¡Cristo ha resucitado! Y, en Él, por el bautismo, también nosotros hemos resucitado, hemos pasado de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor. Esta es la buena noticia que estamos llamados a llevar a los otros en cualquier lugar, animados por el Espíritu Santo. La fe en la resurrección de Jesús y la esperanza que Él nos ha llevado es el don más bello que el cristiano puede y debe ofrecer a los hermanos. A todos y cada uno, por tanto, no nos cansemos de repetir: ¡Cristo ha resucitado! Repitamos las palabras, pero sobre todo con el testimonio de nuestra vida”.
¡El está vivo, en medio de nosotros! Su presencia vence la desilusión, la tristeza, el error y el pecado, la muerte y la desesperanza; Jesús viene a nuestro encuentro y nos dice: ¡Alégrense!”. Este invitación debe manifestarse en nuestro rostro, en nuestros actos, en la forma como vamos construyendo nuestra historia; ¡Alégrate! El Señor ha resucitado y con él hemos somos más que vencedores; con Cristo obtenemos la victoria sobre el pecado, la muerte y el Enemigo.
Imitemos a las mujeres. Ellas se postras y adoran; creen y acogen la presencia de Dios que siempre sorprende; y luego escuchan una palabra que resuena en nuestros días: ¡no teman! Aquellas mujeres vivieron la experiencia de la muerte y la resurrección de Cristo que les transformó la vida. Ellas mismas se convierten en testigos cualificados del anuncio: «¡Jesús está vivo!» ¡Resucitó!»
Por otra parte, los soldados y jefes de los sacerdotes apoyan la mentira de que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús; rechazan y luchan contra la Buena Nueva de la Resurrección. Prefieren creer que todo fue una invención y permanecer en la oscuridad y la muerte.
Dejemos que este pasaje del Evangelio nos lleve a dejarnos sorprender por el poder del Resucitado; ¡Él está vivo! Esta es nuestra alegría y nuestro gozo; esta es la razón y fundamento de nuestra fe; es la fuerte de nuestra esperanza y la motivación de nuestra caridad cristiana. Salgamos y seamos testigos de la verdad que transforma la vida. ¡Felices Pascuas!
P. John Jaime Ramírez Feria