Hace apenas un mes vivíamos con intensidad la Semana Santa en la que poníamos el énfasis en cuidar “al Dios de las cosas” preparando las celebraciones con todo cuidado, cariño y detalle pues celebrábamos los Misterios más importantes de nuestra Fe.
Ahora, en el ecuador de la Pascua, tras la fiesta del Buen Pastor, volvemos semana a la “rutina diaria” en la que también tenemos que ocuparnos de las “cosas De Dios” y, mas concretamente en el caso que nos ocupa, del templo en el que se congrega nuestra comunidad..
Meses atrás estrenábamos en la fachada del templo de San Martín se Dorneda una vidriera – creación de una artista local- en la que se escenificada la conocida escena de la vida de nuestro Patrón en la que compartía la mitad de su capa con un pobre que le pedía limosna. Martin partió su capa en dos y solo le dio la mitad pues la otra mitad pertenecía al ejército de Roma, abriendo el eterno debate entre la justicia y la Caridad.
Aquel mismo día anunciaba que no sería la única actuación sobre el templo que íbamos a realizar. Hoy, con orgullo y satisfacción, presentamos otras dos vidrieras para otras tantas ventanas del templo. Una de ellas responde a la vida de San Martin. Con ello intentamos representar escenas de la vida del santo de Tours a través de las vidrieras.
La iconografía elegida continua la narración de la escena de la fachada, pues según cuenta la tradición, esa misma noche se apareció Jesús a Martin vestido con la media capa que le había regalado al pobre haciendo realidad aquel pasaje del Evangelio en que Cristo nos dice: “Lo que hacemos a uno de estos,mis humildes hermanos, a mí me lo hacéis”.
El segundo vitral corresponde a una imagen de la Virgen de los Dolores y está situada frente a la Cruz, lugar por excelencia de la Madre de Dolor y Misericordia.
Los vitrales de una iglesia nos narran escenas de la Biblia o las vidas De los Santos sustituyendo las palabras por imágenes.
Desde el punto de vista puramente estético la luz de los vitrales inunda todo el espacio en forma de potentes haces tamizados por los cristales de las vidrieras cuyos rayos coloreados van proyectándose sobre la superficie mural.
En realidad, cabría mucha más luz a través de esos ventanales pero buscamos otra cosa. Perseguimos un efecto sorpresivo y transcendente que trata de elevar a los fieles a una esfera suprasensorial.
La luz funde y transfigura los muros tratando de diluirlos en el reflejo de las vidrieras como si los quisiera convertir en ellas mismas. Las vidrieras de colores son oscuras, con tonos azules, rojos y violáceos que permiten crear en el interior un efecto sobrenatural que varía constantemente de acuerdo a los cambios atmosféricos y del sol.
Esta luz modifica toda la arquitectura y la sustancia material de los muros. Se proyecta sobre ellos y los funde transfigurándolos para diluirse en un reflejo multicolor de vidrieras como si quisieran convertirse en ellas mismas. No se diferencia entre luz transcendente y luz material: todas las manifestaciones de esa luz son reflejo de la divinidad.