Lectura del santo evangelio según san Juan 15,26-16,4a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque adesde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho.»
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús
Meditación
El Evangelio de hoy presenta la acción del Espíritu Santo en la vida de la comunidad: dar testimonio del Señor, conducir a la verdad completa y fortalecer a los discípulos para que cumplan su misión de testigos del Resucitado.
Cuando el Señor señala que el Espíritu Santo conducirá a la verdad plena, nos recuerda que solamente por la acción del Espíritu podemos tener una relación real con quien nos dice: “¡Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida!” (Jn 14,6). El Espíritu concede a los creyentes poder conservar viva la memoria de las palabras y hechos del Señor; es el Espíritu el que abre al creyente a una nueva relación con el Salvador por medio de la vida de la Iglesia, confirmando la presencia viva de Jesús en los sacramentos, en la vida de oración y en la vida de comunidad. Por el Espíritu Santo confesamos la presencia real de Jesús en la Eucaristía, por él creemos en el perdón de los pecados a través de la Confesión; en él la Iglesia, como Esposa de Cristo, clama al Esposo, Cristo, el Señor. Por él, la oración se convierte en una verdadera comunión de vida y amor con Dios nuestro Padre y con su Hijo Jesucristo.
El Espíritu Santo conduce al creyente a la verdad plena, es decir, libera del error, de la duda y de la desconfianza. Si se niega la acción del Espíritu santo en la vida, la persona en su búsqueda de plenitud, se rinde ante la multiforme oferta del mundo. Esto lo constatamos a diario; ante la sed de Dios la persona sin el Espíritu Santo se lanza a querer saciarse en realidades que lo vacian, se quedan en espejismos o soluciones mágicas que solo hacen probar el error. Vemos “súper ofertas de felicidad”, líneas y lugares de supersticiones, esoterismo y prácticas no cristianas; horóscopos y búsquedas de suerte y adivinación. En cambio, la docilidad al Espíritu Santo nos conduce a la Verdad, nos abre a la fe verdadera que libera de toda práctica que vacía el corazón y deja sinsentido la existencia; nos lleva a la verdad completa, esa verdad que nos hace libres.
Y por último, señalamos cómo el Espíritu Santo capacita para que, libres de todo temor y tibieza, el creyente se convierta en un testigo del amor de Dios. El Espíritu mueve al creyente para que comparta la experiencia que vive con el Resucitado. como dice el Papa Francisco: “Probemos a preguntarnos: ¿estoy abierto a la acción del Espíritu Santo, le pido para que me ilumine, y me haga más sensible a las cosas de Dios? Esta es una oración que tenemos que rezar todos los días: Espíritu Santo, haz que mi corazón esté abierto a la Palabra de Dios, que mi corazón esté abierto al bien, que mi corazón esté abierto a la belleza de Dios, todos los días. Me gustaría hacerles una pregunta a todos ustedes. Pidan al Señor la gracia de recibir el Espíritu Santo que nos hará recordar las cosas de Jesús, que nos guiará a toda la verdad y nos preparará cada día para dar testimonio, para dar este pequeño martirio de cada día o un gran martirio, según la voluntad del Señor”.