Lectura del santo Evangelio según San Juan 7, 37-39
El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús en pie gritaba: —El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí que beba. (Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva.) Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
Palabra del Señor. Gloria a Ti Señor Jesús
En esta noche, la Iglesia celebra la vigilia de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo. Cincuenta días después de la resurrección, los discípulos reunidos junto a María, reciben la promesa que el Señor les había anunciado: “les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre” (Hch 1,4).
El Señor había anunciado la promesa del envío del Espíritu santificador. El Espíritu de la verdad, el Consolador, el Abogado y Defensor vendría con su pleno poder a capacitar a los discípulos del Resucitado para que, guiándolos a la verdad completa, los confirmara en el conocimiento de Cristo y del amor de Dios (cf. Jn 16,13). Es el Espíritu vivificador que permanece en los discípulos confortándolos en todas las horas de la vida; él habita en el creyente, es el dulce huésped del alma. San Pablo lo dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?” (I Cor 3,16; Rom 8,9); ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y que habéis recibido de Dios?”(I Cor 6, 19).
Dice el Papa Francisco :”Es el Espíritu que nos hace resucitar de nuestros límites, de nuestros muertos, porque tenemos tantas, tantas necrosis en nuestra vida, en nuestra alma. El mensaje de la Resurrección es este de Jesús a Nicodemo: debemos renacer. Pero, ¿por qué cede el paso al Espíritu? Una vida cristiana, que se llama a sí misma cristiana, que no deja espacio para el Espíritu y que no se deja llevar por el Espíritu, es una vida pagana, disfrazada de cristiana. El Espíritu es el protagonista de la vida cristiana, el Espíritu -el Espíritu Santo- que está con nosotros, nos acompaña, nos transforma, nos vence. En el momento de la resurrección Jesús nos dice: «Recibid el Espíritu Santo», será el compañero de la vida, de la vida cristiana”.
Celebremos con gozo la fiesta de Pentecostés. Recordemos que el Espíritu Santo que mora en nosotros desde el Bautismo nos mueve a la fe, nos hace crecer en la esperanza e inspira nuestra caridad; es el Espíritu Santo quien nos capacita con su poder para que seamos testigos del resucitado y nos confía sus dones. Nos da la sabiduría y la fortaleza, la ciencia y el consejo, el entendimiento y piedad, nos reviste del santo temor de Dios (cf. Isaías 11,1-1). Es el Espíritu que nos une a Jesucristo manteniendo vivas sus palabras y hace que produzcamos frutos abundantes. La tradición de la Iglesia enumera doce: «caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad» (Cf. Gálatas 5, 22-23). El Espíritu obra la santificación en el creyente y en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Nos conduce a la vida de la gracia por la participación en la vida sacramental, en la oración personal y comunitaria, en la escucha atenta de la Palabra y en las autenticas obras de caridad.
Entonces, invoquemos constantemente al Espíritu Santo, digámosle que gobierne nuestra vida, no lo contristemos. Dejemos que su acción nos haga avanzar hacia la meta que se nos propone, la salvación.
P. John Jaime Ramírez Feria