La vocación es un don, un regalo de Dios, puesto que es Él el que toma la iniciativa. Se sirve de la mediación de la Iglesia y del obispo correspondiente para llamar a los candidatos a las Órdenes Sagradas.
Que en un miembro de una parroquia escuche la llamada de Dios y responda afirmativamente es, sin duda, una bendición de las más grandes que puede recibir.
Por eso el motivo de mi alegría es máximo y lo quiero compartir con todos: un integrante activo de nuestra comunidad parroquial ha decidido -tras un largo proceso de discernimiento- comenzar un camino que, si Dios quiere, culminará con su ordenación como Diácono Permanente. En la mañana de hoy el Sr. Arzobispo ha recibido a Agustín, que es como se llama el candidato. Juntos hemos dado gracias a Dios y reafirmado nuestra voluntad de servirle en la Iglesia. Porque Obispo, sacerdotes y diáconos, somos para los demás. Compartimos una vocación de servicio.
En días de gozo, como éste, tengo muy presente que, secundando las palabras de San Pablo, en nuestra parroquia pedimos por las vocaciones sacerdotales y religiosas “a tiempo y a destiempo”.
El papa Francisco afirmaba que toda vocación en la Iglesia tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús. La conversión y la vocación son como dos caras de una sola moneda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo.
La llamada de Dios se realiza por medio de la mediación comunitaria mediante tres pasos que sigue cada persona que descubre el llamado del Señor:
– La vocación nace en la Iglesia. Desde el nacimiento de una vocación, es necesario un adecuado ‘sentido’ de Iglesia, pues nadie es llamado exclusivamente para una región, ni para un grupo o movimiento eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo.
– Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos. Respondiendo a la llamada de Dios, el joven ve cómo se amplía el horizonte eclesial, puede considerar los diferentes carismas y vocaciones y alcanzar así un discernimiento más objetivo”.
– Así, la comunidad se convierte de este modo en el hogar y la familia en la que nace la vocación. El candidato contempla agradecido esta mediación comunitaria como un elemento irrenunciable para su futuro. Aprende a conocer y a amar a otros hermanos y hermanas que recorren diversos caminos; y estos vínculos fortalecen en todos la comunión”.
La vocación crece en la Iglesia. Durante el tiempo dedicado a la formación, los candidatos necesitan conocer mejor la comunidad eclesial, superando las percepciones limitadas que todos tenemos al principio. Es oportuno realizar experiencias apostólicas junto a otros miembros de la comunidad, por ejemplo: comunicar el mensaje evangélico junto a un buen catequista; experimentar la evangelización de las periferias con una comunidad religiosa.
Hemos de seguir trabajando para que nuestra comunidad se mantenga viva, fervorosa y alegre; que sea fuente de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes y menos jóvenes el deseo de consagrarse a Él y a la evangelización. La parroquia sueña con renovar constantemente su empeño de proponer a los jóvenes y menos jóvenes una adecuada catequesis vocacional y caminos de especial consagración. Y el Señor dará a quienes sientan alguna inquietud, la sabiduría para el necesario discernimiento de su propia vocación de modo que, en todo, brille la grandeza del Amor Misericordioso de Dios.
En otros lugares donde me han destinado para ejercer mi sacerdocio, Dios también me regaló la presencia de almas con deseos de consagrarse a Él y a los demás por distintos caminos vocacionales. Pero en los últimos nueve años nuestra parroquia ha sido bendecida con cuatro vocaciones sacerdotales ( algunas de ellas a un en proceso) y religiosas. Hoy el sacerdocio de Carlos es una realidad y la parroquia se enorgullece de verle continuar en Roma su formación. La generosidad reciente y llena de valor de Kike nos ilusiona también y deseamos que él sienta nuestro apoyo cercano mientras absorbe como una esponja todo lo que aprende en el Seminario para luego poder humedecer la fe reseca del Pueblo de Dios. El corazón se nos abre a la vida sobrenatural con la entrega de Maria, que nos acompañaba durante cada verano junto a su familia, originaria de la parroquia a la vida religiosa en la Compañía del Salvador, más conocidas como Salvatoris Mater; la encomendamos especialmente, seguros de tener a una intercesora que pedirá por todos nosotros, como centinela despierta de la vida religiosa. Y ahora Agustín, un hombre curtido y veterano, con mucho que aportar a la Iglesia y a las almas.
Habréis notado que el entusiasmo de párroco desborda cualquier medida imaginable. Pero estos misterios de la gracia, que suceden sin mérito personal alguno, son un regalo que no deja de sorprenderme. Dios me permite, en su gran bondad, contemplar historias casi milagrosas, terrenos sagrados donde se ha producido un encuentro entre Dios y esas personas generosas. Y el Amor ha dado sus frutos. Recemos juntos por este tesoro que hemos recibido.