Siempre es un gozo para mí como párroco anunciar que alguien decide entregarle su vida a Dios. Y cuando ese alguien, además, es una persona conocida y querida aún más.
Esa persona es María. Aunque no es de nuestra vecina parroquia y para muchos feligreses este nombre puede que no
les diga mucho tiene mucho que ver con nosotros. Es hija del que durante muchos años trabajó con absoluta dedicación al servicio de nuestras comunidades en la secretaria del despacho y en Cáritas hasta sus últimos días.
Este es el caso de Maria, joven de treinta años, alegre, estudió publicidad que, como diría San Pablo, todo “lo considera como basura a fin de ganar a Cristo” y ha decidido dejarlo todo para consagrarse a Dios como monja de Clausura ingresando hoy en el Monasterio Hermanas Clarisas Cantalapiedra, en Salamanca.
San Josemaría solía decir cuando hablaba de la respuesta generosa a la llamada de Dios que los que se decidían a seguirle debían el noventa por ciento de su vocación a sus padres: porque les habían sabido educar y les habían enseñado a ser generosos.
En casa – hogar cristiano- con el ejemplo de sus padres, ha conocido a Dios y a Dios es imposible conocerle y no amarle, amarle y no seguirle.
La vocación es un don divino completamente inmerecido para cualquier persona; y para los padres, que Dios llame a sus hijos supone una caricia muy especial de Dios. Cuando Dios llama a un hijo para que se entregue plenamente a su servicio (en cualquiera de sus formas: en el sacerdocio, en la vida religiosa, en la entrega plena en medio del mundo, etc.), inmediatamente brota en el alma un acto de acción de gracias, pues supone un verdadero privilegio.
Los contemplativos y contemplativas son hombres y mujeres como nosotros, pero son hombres y mujeres:
– Con un corazón grande, sin fronteras.
– Con un cuerpo traspasado por la fuerza de la resurrección.
– Con unos ojos abiertos a la luz de Dios.
– Con una confianza en el Padre, que nos sorprende.
– Con una radicalidad total en su compromiso bautismal.
– Con unas ganas de vivir el Evangelio de Jesús.
– Son personas del silencio, del desierto, del trabajo, de la oración y del amor
Muchos se preguntarán ¿Para que sirven los contemplativos? La respuesta nos la da el
concilio Vaticano II y san Juan Pablo II
Lo que hace Cristo a la derecha del Padre, los Contemplativos comienzan a hacerlo en la tierra intercediendo por “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y los que sufren” (GS 1).
“La Iglesia –dice el Concilio Vaticano II- sabe bien que la vida silenciosa i apartada, en la soledad exterior del claustro es fermento de renovación i de presencia del Espíritu de Cristo en el mundo”. Por esto, “la vida contemplativa ha ocupado i continuará ocupando un lugar privilegiado en la Iglesia” ( San Juan Pablo II).
No hay explicación humana. Los que busquen explicaciones humanas a lo que su esto supone aquí no las encontrará. La única explicación es el Amor de una joven por su Amado que concluirá con “el matrimonio entre un ser humano y Dios”, cuando tras finalizar sus proceso de formación pronuncie sus votos perpetuos.
¡Enhorabuena Maria! Cuenta con nuestra oración. Felicidades A sus padres y hermanos