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Evangelio del lunes, 23 de septiembre de 2019

by santaeulalia

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.»

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditación
¿Cómo podemos entender las tres frases de Jesús que nos presenta el evangelista san Lucas?

Con la primera imagen de la lámpara que ilumina el cristiano se siente invitado a irradiar para los demás lo que ha conocido y está viviendo; la experiencia de la fe no es algo que se reduzca a una realidad individual o que se deba encerrar sin que alumbre a los demás; no podemos tener miedo de dar testimonio de la Buena Noticia que hemos abrazado, que va transformando la vida y es el mayor bien que podemos compartir con los demás. Jesús nos ha dicho: “yo soy la luz del mundo quien me sigue no andará en tinieblas”. Hemos experimentado la luz del Señor que disipa las tinieblas más densas; hemos conocido su misericordia, hemos creído en su Palabra viva y eficaz. Entonces no podemos avergonzarnos ni negar lo que estamos viviendo. No se trata de proselitismo o de tácticas para violentar a los otros para que crean; se trata de dejar que en nuestra vida se transparente la luz de Dios; que el testimonio coherente de fe sea una luz que abra a la esperanza, a la fe y al amor a las personas con las que compartimos la existencia. No es la multiplicación de palabras, es la conciencia del valor que tiene el testimonio.

Con la segunda frase “Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto”, el Señor mueve a sus discípulos a vivir la libertad interior que brota de la coherencia de la vida; que no haya contradicción entre lo que pensamos, decimos y vivimos. El discípulo se ha dejado alcanzar por la misericordia de Dios que lo lanza a tener una vida nueva, ha experimentado que la presencia del Señor le da una armonía que trae consecuencias no solo en su vida interior sino también en las relaciones que se originan en su entorno.

Y con la tercera afirmación “A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener», el Señor nos conduce a no tener falsas seguridades; para esto es necesario escucharlo bien liberándonos de preconceptos que hacen creer que estamos en la ruta de la voluntad de Dios cuando en verdad estamos haciendo nuestro parecer. Nuestra seguridad está en el Señor que nos capacita dándonos las gracias que necesitamos para corresponder a los que nos confía.

De estas tres frases podemos sacar nuestro compromiso con la Palabra: no avergonzarnos de dar testimonio del Señor, conquistar nuestra libertad interior con una vida coherente y encontrar nuestra seguridad en el Señor que nos capacita para corresponder a su gracia.

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