Comienza el mes de noviembre y con él algunas fechas señaladas en nuestro calendario litúrgico. “ Dichoso el mes que empieza con todos Los Santos y acaba con san Andrés” reza el refrán popular.
El día uno la Iglesia celebra la Iglesia la Solemnidad de Todos Los Santos. Para muchas personas esta fiesta de los Santos es solamente la conmemoración de sus difuntos, conmemoración del día en que se recuerdan los rostros conocidos y amados de las personas que un día vivieron junto a nosotros y ahora ya no están.
Pero para los creyentes este día, no es tan sólo el recuerdo de los seres cuyos nombres están grabados en las lápidas de un cementerio al que vamos a poner unas flores y a rezar una oración.
La fiesta de Todos los Santos no es la fiesta de los “muertos”, sino la fiesta de los “vivos”. No es un día de tristeza, sino un día para expresar la inmensa esperanza que nos habita…Sin el culto a los santos y la celebración de nuestros difuntos, nuestra tierra no sería más que un lugar solitario, sin esperanza ni horizontes.
Celebrar a los santos y a nuestros difuntos es recordar esos rostros de nuestros seres queridos a los que el amor ha transfigurado, porque amar es resucitar, porque el Amor es Vida.
Se trata de una fiesta de precepto en la que estamos “obligados” a asistir a misa por lo que el horario de las celebraciones será el mismo que los domingos y festivos en cada parroquia.