“La diversidad llena la Iglesia de color”
Queridos diocesanos:
El 1 de diciembre se conmemora el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Los Papas siempre han tenido gestos de cariño con ellas y palabras que defienden su dignidad. También en el día a día vemos reflejada esta misma actitud en no pocas personas que se encuentran en la calle con algunas personas discapacitadas o las cuidan en un centro de acogida destinado a ellas. Qué bien nos hace visitar estos centros y quiero invitaros a hacerlo. Me lo comentaba un grupo de chicos y chicas que visitó el Cottolengo y la Residencia de Hermanitas de los Desamparados. También hemos de hacer visibles a estas personas.
Significado de este día
Ignorar la dignidad de estas personas es contribuir a la desaparición de nuestra civilización impregnada por el cristianismo. Decía san Juan Pablo II que la calidad de una sociedad y de una civilización se mide por el respeto que manifiesta hacia los más débiles de sus miembros… En efecto, en Dios descubrimos la dignidad de la persona humana, de cada una de las personas humanas. El grado de salud física o mental no añade ni quita nada a la dignidad de la persona, más aún el sufrimiento puede darle derechos especiales en nuestra relación con ella”. La dignidad del hombre es el eco de la trascendencia de Dios. Algo que hemos de tener muy en cuenta cuando se está considerando culturalmente al hombre como una realidad superflua.
Con frecuencia vemos a personas cuya única posibilidad de moverse se la proporcionan las sillas de ruedas. Nos encontramos con personas con un bastón blanco atravesando los pasos de cebra a nuestro lado. Otras veces percibimos junto a nosotros a personas con mirada sin pestañar perdida en la lejanía. Ante esta realidad ha de surgir el amor misericordioso de Dios Padre que ha de llevarnos no sólo a aceptar sino a integrar a estas personas en nuestra sociedad en el ámbito familiar, laboral y social.
Diversidad y colorido
Las personas discapacitadas son sujetos activos de nuestra comunidad y hemos de acogerlos sin exclusión y escucharles sin olvidar que el Señor está en el corazón de cada uno. En el puzle, lleno de colorido de nuestra sociedad, ocupan un relieve significativo. Su ausencia generaría la pérdida de una ayuda muy necesaria. De ellos podemos aprender la aceptación de su condición, la alegría de vivir, la constancia en su espíritu de superación, la paciencia y la esperanza de una realidad mejor.
Cuando tanto se valora la fortaleza física de la persona y tanto se habla de transhumanismo, las personas discapacitadas son ese libro humano en el que tantas cosas, llenas del color de la vida, podemos aprender. La familia donde se recibe la vida, los medios de comunicación y la Iglesia, portadora de verdadero humanismo, han de contribuir a que la sociedad ayude a estas personas para que puedan desarrollar todos sus dones.
La Navidad es una ocasión providencial para redescubrir la ternura de Dios con nosotros y comprometernos a manifestarla con los demás. El hilo conductor de nuestra historia de salvación es la ternura de Dios: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios” (Is 40, 1). Esa ternura la vemos en el Niño Dios acostado en un pesebre, necesitado como nosotros de los cuidados propios al nacer. El papa Francisco dice que la ternura “es el amor que se hace cercano y concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. La ternura es usar los ojos para ver al otro, usar los oídos para escuchar al otro, para oír el grito de los pequeños, de los pobres, de los que temen el futuro; escuchar también el grito silencioso de nuestra casa común, la tierra contaminada y enferma. La ternura consiste en utilizar las manos y el corazón para acariciar al otro. Para cuidarlo”[1]. Contemplar al Niño Jesús en el pesebre nos ayuda a salir de nuestra indiferencia, hastío y tristeza, sintiéndonos salvados. ¿Qué nos pasa si ya no somos capaces de albergar estos sentimientos?
Os animo a todos a que conmemoremos en nuestra Diócesis este Día diocesano de las personas con discapacidad como un signo que no nos puede dejar indiferentes, y que nos ayudará a comenzar y a vivir nuestro camino diocesano y personal del Adviento en oración.
Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.
[1] FRANCISCO, Viodeomensaje, 26 de abril de 2017.