Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 18-22
En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Meditación
Celebramos hoy la fiesta del Apóstol San Andrés, hermano de Simón Pedro. El relato del llamado que recibe del Señor nos coloca en un contexto en el que cada cristiano puede contemplar la propia vocación.
Jesús caminaba a orillas del mar de Galilea, movido por la fuerza del Espíritu inicia la proclamación del mensaje de salvación: «¡El Reino de los Cielos está ahora cerca!» (Mt 4, 17). Toma la iniciativa de caminar al encuentro del hombre; es “el Dios con nosotros”. No es el Señor escondido a quien haya que buscar a tientas. Camina hacia donde el hombre va labrando su vida; se hace el encontradizo posibilitando una nueva experiencia en nuestro propio “Mar de Galilea” que puede significar nuestra cotidianidad con los fracasos y logros, con las aspiraciones y frustraciones, el mar de nuestra historia y de los anhelos más profundos de la existencia. Nuestros mares entre la calma y las tormentas; y es allí donde el Señor de cerca camina, se hace nuestro Prójimo.
Así el Evangelio nos muestra una acción que constantemente realiza el Señor. Él ve a los hermanos que echaban el copo porque eran pescadores. La acción de ver trae consigo una fuerza que brota de lo más íntimo; su mirada de compasión, de amor es la que convoca. No va de prisa, nos ve porque conoce a profundidad quiénes somos: sí, conoce las páginas de nuestra vida, conoce lo que somos y esperamos, conoce nuestras búsquedas y fracasos. Nada de lo nuestro le es ajeno.
Y mirándolos con amor los llama: “venid y seguidme”. ¿Quién puede resistirse al llamado a la vida? Nos llama en nuestra realidad y lo hace invitándonos a una nueva familiaridad con Él y con los hermanos. Con su Palabra entra en la vida, en la historia y en corazón de cada uno. También hoy resuenan estas palabras para que nosotros hagamos camino junto a él siguiéndolo. De muchas maneras él nos llama, nos inquieta, nos “desacomoda” porque quiere más de nosotros; su Palabra nos confronta porque no podemos gastar la existencia sin encontrar el sentido, el llamado personal que resuena y que no podemos silenciar. Siempre queremos algo más; por esto el “ven y sígueme” resuena allí en donde trabajamos, resuena aquí y ahora donde estamos ubicados.
Es impresionante la respuesta de Andrés y los otros llamados: “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”. La prontitud para acoger la invitación del Señor e iniciar el discipulado nos cuestiona. No ponen “peros” o plazos, no ponen condiciones o se quedan en cálculos; responden inmediatamente, dejan las redes y lo siguen. Mientras leemos este pasaje bíblico quedamos sorprendidos que las redes, la barca, el padre van quedando en un segundo plano; sólo permanece la nueva experiencia marcada por el seguimiento al Señor que va indicando el camino.
Tres acciones del Señor resuenan en nuestro interior: caminar, ver y llamar; una respuesta nos interpela: “Inmediatamente, dejándolo todo lo siguieron”. ¿Cuál es nuestra respuesta al paso del Señor por nuestra vida y a la invitación que recibimos a seguirlo?