En las homilías de los dos últimos domingos se nos ha recordado que la Iglesia se rige por un calendario propio que llamamos año litúrgico. Este está formado por distintos tiempos litúrgicos. Con los tiempos litúrgicos la Iglesia nos ayuda a reflexionar y a vivir los distintos misterios de la vida de Cristo.
El Año litúrgico empieza con el Adviento, luego viene la Navidad, Epifanía, Primer tiempo ordinario, Cuaresma, Semana Santa, Pascua, Tiempo Pascual, Pentecostés, Segundo tiempo ordinario y termina con la fiesta de Cristo Rey, que celebramos el domingo pasado.
En consecuencia hoy comienza el nuevo año para la Iglesia con la celebración de cuatro domingos de preparación para el nacimiento del Salvador y que llamamos Adviento.
El Adviento es tiempo de espera. Dios va a nacer en el mundo. Es un tiempo de preparación y de oración para recibir a Cristo. Esperamos con alegría, Él es nuestra salvación.¿Pero qué significa “adviento”? La palabra viene del latín ad-venio que quiere decir: “llegada, venida”. Por lo tanto, es un período para esperar y preparar la venida del Señor Jesús. No solamente recordamos su primera venida a este mundo, sino que también nos preparamos para su segunda venida al final de los tiempos.
Por eso, la Iglesia, a través de las lecturas que se proclaman en este tiempo, quiere renovar en el corazón de sus fieles el deseo ardiente de la espera del Hijo de Dios. De tal forma, en las primeras semanas veremos cómo en la Palabra de Dios resuena el anuncio de la venida inminente de Cristo. Asimismo, nos invita a estar siempre preparados y en vela, pues no conocemos el día ni la hora en que vendrá el Hijo de Dios.
En este tiempo, el espíritu que debe predominar especialmente es el de la expectación y la esperanza. Esa inquietud y emoción que produce poder ver a Dios, Señor de todo cuando existe, quien se ha querido hacer pequeño para formar parte de nuestra vida, de nuestra existencia y que quiere caminar junto con nosotros.
Igualmente, el adviento debe invitarnos a la conversión y al arrepentimiento. Vemos con asombro como comercios calles instituciones se adornan para la Navidad vaciándolo de su sentido cristiano y convirtiéndolo en algo meramente comercial. Nosotros no podemos dejarnos llevar por el ambiente por eso una de preparar la venida del Salvador es confesándonos porque así preparamos el humilde pesebre de tu corazón para que Cristo puedan nacer en el. Si nos quedamos con lo externo el árbol en la cimiento las luces no llegaremos a ser conscientes de lo que está por venir. Cristo viene y quiere que todos participemos de ese momento abriendo nuestro corazón de par en par y así pueda tomar un lugar dentro de é