Lectura del santo evangelio según san Mateo 18,12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Meditación
Con una parábola muy sencilla, Jesús invita a sus oyentes a pensar si ellos harían lo mismo; si, la lógica que él les propone es la misma que seguimos en la vida cotidiana. Un pastor deja las 99 ovejas para ir en busca de la perdida.
La lógica sería esta; como voy a arriesgar las 99 ovejas por una. Mejor reconocer que se ha perdido poco, tan solo una; ¿ir a buscarla por lugares escabrosos que traerá riesgos? ¿enfrentar peligros y salteadores? En estas condiciones el sentido común es quedarse en la seguridad de lo que se tiene.
Al ver la sorpresa de los oyentes que no comprenden esa lógica ilógica, la respuesta de Jesús es clara. Ese pastor es Dios nuestro Padre, y la oveja perdida puedes ser tú o yo. Dios actúa movido por su amor que supera todo “cálculo o sentido común”. Es el amor que lo lleva a la locura; sin esto estaríamos perdidos.
Comentando esta parábola, el Papa Francisco escribe que la parábola muestra a “un Dios al que no le gusta perder, no es un buen perdedor y por esto, no pierde, sale de sí y va, busca. Es un Dios que busca: busca a todos aquellos que están lejos de Él. Como el pastor, que va a buscar a la oveja perdida. El trabajo de Dios es ir a buscar para invitar a la fiesta a todos, buenos y malos. Es un Dios que camina para buscarnos y tiene una cierta debilidad de amor por los que están más alejados, que se han perdido… Va y los busca. ¿Y cómo busca? Busca hasta el final, como estos pastores que van en la oscuridad, buscando, hasta que la encuentra. Este es nuestro Padre: siempre nos busca”.
Al leer el Evangelio nos encontramos con esta realidad. Jesús sale en busca del excluido, del pobre, del enfermo, del marginado, del que no “tenía derecho a la salvación”; es un inquieto que siente compasión de la multitud, que acoge al pecador y le dice “tampoco yo te condeno, levántate y no peques más”; se conmueve, como nos lo dice el salmo 23, conduciendo a las fuentes tranquilas de su perdón, sana las heridas y repara nuestras fuerzas, nos apacienta y nos conduce con su Palabra, se nos ofrece en los sacramentos y sale a nuestro encuentro en el camino de nuestra existencia.
Veámonos reflejados en el corazón de esta parábola para confirmar el amor personal e incondicional de Dios; somos esa oveja que Él busca porque no quiere que ninguno se pierda. Dejémonos encontrar por el Señor que nos busca; no nos resistamos a su infinita misericordia.