Estos días de Navidad queremos que la alegría de la fiesta interior que celebramos se haga visible. Por eso, entre el amplio abanico de combinaciones de luz que las nuevas luminarias del templo nos permite hemos optado por los típicos colores de la Navidad tan usada en arboles de Navidad como en las coronas de Adviento que hasta esta semana lucían en nuestros hogares. Pero no somos una excepción.
Cada mes de diciembre (e incluso antes) se llenan de luces todas las ciudades del mundo para celebrar la Navidad, pero ¿realmente la gente sabe por qué se ilumina hasta último rincón más olvidado del planeta aunque sea con una vela pequeña?
Sí, es cierto que es un ingrediente más que envuelve todo el entramado de las fechas navideñas pero ¿se ha perdido su sentido original? Lamentablemente la respuesta podría ser afirmativa.
El Papa Francisco afirma: “En particular, al ver las calles y plazas de nuestras ciudades adornadas con luces resplandecientes, recordemos que estas luces evocan otra luz, invisible para nuestros ojos, pero no para nuestro corazón. Al contemplarlas, al encender las velas de las iglesias o las luces del Nacimiento y del árbol de Navidad en nuestras casas, que nuestro espíritu se abra a la verdadera luz espiritual traída a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. ¡El Dios con nosotros, nacido en Belén de la Virgen María es la Estrella de nuestra vida!
Ya en el Evangelio de San Juan, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.” Además en el catecismo también se recoge esta afirmación: “El que cree en Él, no permanece en las tinieblas.”
Por todo ello y hasta la solemnidad de Reyes Magos mantendremos esta divertida iluminación en el exterior de la Iglesia Nueva de Santa Cruz.