Hizo de la soledad una fiel compañera
Del dolor, un maestro
De los obstáculos, un reto
Del optimismo, su herramienta
Michael Künstler (Martin, en su autobiografía) nació en Marburg (Alemania) en 1954. Una azarosa vida le llevó a caer en reiteradas ocasiones en los más profundos abismos y a remontar otras tantas con una extraordinaria resistencia y capacidad de superación.
Hijo de un médico traumatólogo y una fiscal, no encontró en sus primeros años de vida ni el cariño, ni la familia que ansiaba. En la infancia y adolescencia, los internados se convirtieron en su «hogar». Un triste aborto truncó de forma definitiva sus brillantes estudios de Medicina. En la Legión pierde de forma trágica a su gran amigo. Un inesperado cáncer en estadio avanzado, que afronta en la más absoluta soledad, le devolvió paradójicamente la ansiada libertad, pero las drogas se la arrebataron de nuevo, llevándole al más profundo abismo, del que sale una vez más con inexplicable fuerza. Pero, adondequiera que fuese, con quienquiera que estuviese, siempre una fiel compañera: la soledad. Soledad que le llevó, tras haberlo perdido todo y sufrir un infarto y un ictus, a recorrer las calles de España, donde descubrió lo mejor y lo peor del ser humano. Y lo hizo como un «turista» diferente: un sintecho, viviendo y durmiendo en sus calles, al abrigo de los rincones que encontraba y sin más compañía que la de sí mismo o una botella de vino.
De la lectura de su libro pueden extraerse muchas reflexiones.
Por un lado, cuán fino es el hilo que nos separa a todos del sinhogarismo. Cómo en la vida unas situaciones pueden conducir a otras, de tal forma que nuestro mundo se puede ir derrumbando como las figuras de un dominó, sin que casi seamos conscientes de ello.
Por otro, la sorprendente resiliencia de su protagonista. Michael es un auténtico sobreviviente. De la ausencia de afecto materno, del cáncer, de las drogas, de la soledad… En su vocabulario, y mucho menos en su mente, no existe nunca el verbo rendirse. Esa resiliencia le trae hasta aquí e hizo posible lo que parecía imposible: escribir un libro. Y, lo más importante, cumplir el sueño de su infancia: encontrar una familia. Hoy, por fin, su soledad vive acompañada.
Porque de este libro se extrae también la importancia vital del AMOR. De lo afortunados que son los que, desde niños, sienten el calor de una familia y crecen rodeados de amor. De las dificultades que deben afrontar aquellos que carecen de afecto y crecen en entornos que los hace más vulnerables.
Esta historia de vida nos revuelve por dentro. Eso sí, si somos capaces de mirar al otro con los ojos del alma. Libres de prejuicios porque, como dice Salomé Arricibita en su hermosa canción “La primera piedra”:
…si Dios no entiende de piedras que señalan y condenan
Si Él solo sabe de abrazos, de curaciones y esperas,
De calor, abrigo y leña, que aguardan a punto siempre
Reconfortando intemperies y alumbrando las cegueras
Si perdona de antemano, regalándonos la vida
Si el amor de Dios nos salva sin cansancio día a día
¿Con que derecho juzgamos y opinamos de cualquiera?
Quién esté libre de culpa tire la primera piedra…