Me llamo Carlos. Crecí en A Coruña. Fui a un colegio normal, al instituto, me gustaba salir con mis amigos, y aún me gusta, escuchar música, jugar al fútbol, jugué también al rugby una temporada, los videojuegos, las películas, viajar… Pero un día, cuando estaba en el instituto, comencé a preguntarme de qué iba todo esto. Me refiero a la vida, a qué sentido pueden tener todas nuestras preocupaciones, afanes, esfuerzos, miedos, aspiraciones y esperanzas. A partir de ahí comencé un camino que podríamos denominar como existencial. Es el camino de la vida, en el que estamos todos, y en el que ya estaba antes, pero sin ser consciente de ello; a partir de ese momento me tocó comenzar una nueva etapa.
Por aquel entonces me hice muchas preguntas, y encontré pocas respuestas, sin embargo, me pareció encontrar en mi interior como una nueva luz. Mirando a Jesús de Nazaret en la cruz, me pareció entenderlo: sí, eso tiene sentido. Un amor operante, no auto-complaciente, que se dona, que se entrega, hasta el mismo final. A la sombra de aquella luz he tratado de caminar, hasta hoy, a veces con más fuerza, a veces con menos, entre dudas y contratiempos, muchas veces. Me acerqué a la parroquia más cercana, y allí pude encontrar gente que, como yo, caminaban también por este mismo camino, como podían, cada uno con sus fortalezas y debilidades. Sentí que estábamos a lo mismo. Fui a hablar con mi párroco, cosa que algunos años antes no se me hubiese ni pasado por la mente, y entré en el Seminario. Pasaron los años, y entre muchas buenas anécdotas, momentos de estudio, discernimiento y oración, fui ordenado sacerdote. Serví como sacerdote en unas parroquias rurales cerca de Santiago por un año, he de reconocer que fui feliz allí. Luego, fui enviado a seguir sirviendo como sacerdote estudiando en Roma, y desde las orillas del Tíber escribo hoy esto. En principio será por poco tiempo más. Pero el camino continúa, allá a donde me lleve.
No me arrepiento en absoluto de haber emprendido este camino. He vivido momentos muy felices. Tampoco voy a mentir, no es un camino fácil. Me parece que sobre todo es un camino que exige mucha humildad, para no dejar nunca de aprender y crecer. Ahora bien, si uno pensase en un camino fácil en la vida, me pregunto cuál será, pues en todas partes hay dificultades. Y pararse no es una opción. Como dijo el Maestro de Nazaret, quien quiera salvar su vida la perderá, y quien la entregue la salvará.
Carlos Miramontes Seijas.
Carlos es un joven sacerdote de nuestra parroquia que está cursando la Licenciatura en Moral en la Academia Pontificia Alfonsina de Roma