- El párroco de Liáns se muestra partidario de retransmitir los entierros ya que pueden suponer un alivio para los familiares que no pueden estar presentes, pero no de inmortalizarlos para siempre. «Yo no tendría la foto del ataúd de mi madre», confiesa
Lleva más de 30 años oficiando entierros, y dice que estos días se está enfrentando a situaciones realmente duras. El hecho de no poder despedirse del ser querido, de dar un abrazo a los familiares, de no tener una red social para sobrellevar el duelo, lo están haciendo realmente complicado. El Padre Alonso explica que hay que pasar por todas las fases del duelo, y que cuando faltan procesos a lo largo plazo pasa factura.
-¿Cómo se puede gestionar el duelo cuando no hay despedida, como está sucediendo en muchos casos?
-Es muy difícil por varias razones. En primer lugar, a no ser que sea un accidente de tráfico inesperado, hay un acompañamiento, una enfermedad, un seguimiento, que hace que lo vayas asimilando. En estos casos no, estás en casa con un persona que empieza a tener síntomas, se lo llevan, y cuando lo ves de nuevo, hasta hace poquito porque ahora ya dejan estar 15 minutos, está muerto. De por sí ya es un shock la propia enfermedad. Además, eso de la alegría compartida es mayor alegría, la tristeza es menos tristeza, ahora no puedes compartir ese duelo con nadie porque los entierros están vetados a dos o tres personas. Y tercero, somos animales sociales, venimos de una cultura latina, de abrazarnos, besarnos, y aunque no digamos nada, a veces un abrazo, una mirada o un apretón de manos, dice mucho. Sin embargo, ahora no puedes ni siquiera acercarte. Es muy duro, realmente muy duro.
-¿ Ahora se puede acompañar unos minutos en los últimos momentos, no?
-Sí, en A Coruña ya se hace. Hay unas salas para que los enfermos terminales puedan pasar al menos 15 minutos acompañados con las medidas pertinentes. Es un consuelo para el que se va y para el que lo despide, saber que su ser querido no se va como un perro, que somos personas.
-Es importante. ¿Hay diferencia entre el que se despide y el que deja a su familiar en una residencia u hospital y no lo vuelve a ver?
-Muy importante. Yo lo comparo con la muerte de un accidente de tráfico, que marcha tu hijo por la mañana y ya no vuelve, para esto nadie está preparado. El que te den la oportunidad de despedirte, aunque sea un ratito, es para el que se va y también para el que se queda un consuelo, aunque sea morir cogidos de la mano.
–El que no haya despedidas, ¿en un futuro puede traer consecuencias?
-El duelo hay que pasarlo siempre. Tiene varias fases: negación, cabreo, aceptación y superación. Cuando no puedes vivirlas paso a paso eso pasa factura, porque te faltan procesos, te falta verbalizar la muerte, compartir la muerte, el dolor… Si no lo vives ahora, a la fuerza lo vas a vivir más adelante sí o sí. La pena y el dolor también te carcome de que ese ser querido haya fallecido en soledad. Cuánta gente, en circunstancias normales, se arrepiente de no haberle dicho, de no haber estado.. y sufre por eso, si eso ocurre en el contexto de siempre, pues el pensar que ha fallecido en soledad y que no has podido expresarlo, aún influye más.
-Es lo que más se repite en los que han perdido a alguien estos días: pensar que han fallecido solos.
-Es una carga de conciencia, es muerte truncada, como un accidente, inesperado, a la que se añade la dificultad de no tener una red de apoyo social y familiar a la que estamos acostumbrados. Esa red social que te arropa, aunque luego estén en el velatorio tomando un café y hablando en la puerta, van allí a estar contigo. A decirte: «Lo siento, a mi manera, pero lo siento».
-¿Son las circunstancias más difíciles en las que se puede perder a alguien?
-Yo he celebrado miles de entierros, 30 años de cura enterrando a gente, hay familias que lo llevan con más entereza que otras, cuando ves que la familia se rompe también ves cómo enseguida acuden a su lado los más allegados para que no se caigan, y ver ahora que nadie lo puede hacer… Igual son tres hermanos, cada palo aguanta vela, no tienes a nadie que te arrope, ni a una pareja, porque van solos. El otro día viví una experiencia, viví muchas, muertes de niños, de jóvenes, pero el otro día había un entierro con tres personas, dos mujeres y un hombre, y verlo a él doblarse de impotencia, y pensar que nadie podía acercarse, tener que decirle ánimo de lejos, para mí fue terrible.
-Y lo de grabar los entierros que se está recomendando ahora, ¿cómo lo ves?
-La muerte se puede vivir desde la fe o no, yo la vivo desde la fe, uno graba en su corazón y arropa con oraciones el dolor, pero hay quien no la tiene, y hay psicólogos que recomiendan escribir una carta, poner por escrito sentimientos, hacer un homenaje en vida, y hay quien dice que se grabe para mostrar a los que no están. De los entierros que he celebrado estos días de coronavirus, en bastantes he visto que la gente grababa. Unos lo que hacían era retransmitir, que yo no lo veo mal, porque estás haciendo llegar a la viuda, por ejemplo que es mayor y está en casa, esa imagen, pero el que graba… Era costumbre en España a finales del siglo pasado esa fotografía mortuoria, yo no tendría la foto del ataúd de mi madre o del entierro de mi padre… A mí me gustaría recordarlo en vida como lo que fue, de hecho lo hago así, recuerdo a mis seres queridos en vida, no en el momento de la muerte, procuro borrarlo.
-¿A la larga esos vídeos pueden jugar a la contra?
-Yo creo que pueden jugar malas pasadas, porque distingo entre retransmitirlo para el que no está, que lo veo hasta de alivio porque esa viuda o ese nieto también lo sufren, y me parece correcto, igual que se retransmite el de una persona conocida, pero grabarlo a mí personalmente me parece negativo. No vas a borrar ese vídeo, porque es el último recuerdo que tienes de tu padre, pero por otra parte andar viendo el entierro constantemente no ayuda a superar el dolor.
-¿Qué se les puede decir a los familiares? ¿Qué reconforta estos días?
-No hay palabra que pueda llenar el vacío que deja un ser querido cuando se marcha. Es verdad que todos somos hijos de la muerte, que va en el pack de la vida, y no hay palabra que reconforte totalmente. Al que tiene fe, saber que no es un adiós, sino un hasta pronto, ayuda. Al que no tiene, le ayuda saber que en vida han hecho por ellos lo mejor posible, se han desvivido por ellos… Decirles que se les ha tratado hasta el último instante del mejor modo posible, y que no pudo ser, puede aliviar un poquito, y el paso del tiempo. Las heridas tienen que cerrarse, aunque las cosas con hilo y aguja, aunque cierran inmediatamente, tardan en cicatrizar. Tiene que pasar tiempo que todo lo cura.
Fuente: La Voz de Galicia