El Domingo día 1 de Noviembre celebraremos la Solemnidad de todos los Santos y el Lunes 2 la Conmemoración de todos los difuntos. En estas dos celebraciones confesamos nuestra fe en la Resurrección de la carne y en la comunión eterna y santa que viviremos en el Cielo, en la Ciudad Santa de la Nueva Jerusalén con todos los bienaventurados que nos esperan allí.
Este año, por la pandemia que nos azota será, sin duda, diferente. Las limitaciones impuestas por las autoridades sanitarias limitarán -quizás- algunas de esas tradiciones tan arraigadas en nuestra vida como es visitar a estros seres queridos en los cementerios. Es posible incluso, que los confinamientos perimetrales de ciudades y Comunidades nos lo impidan.
Pero eso o es obice para que podamos recordarlos ante el altar, ante “el Dios de vivos y no de muertos” en quién creemos. Por eso en todos los templos de nuestra Unidad Pastoral de Liáns, Dorneda y Nos, las misas de los días 1 y 2 de Noviembre se aplicarán por todos los Difuntos, sin querer con ello desvirtuar la Fiesta de Todos Los Santos que hoy celebramos.
La Iglesia celebra en la liturgia solemne de este día que el Cielo es la meta definitiva y última de la peregrinación del hombre que se abre a la voluntad de Dios sin reservas, con humildad y confianza, celebraremos lo que somos: ¡ciudadanos del Cielo! En él están – como afirma la visión del Apocalipsis- una multitud incontable de hombres y mujeres de toda lengua, raza, pueblo y nación.
Muchos de ellos son miembros de nuestras familias (abuelos, padres, hermanos), amigos y conocidos que nos han precedido y adelantado en esta carrera hacia la eternidad. Así lo profesamos y cantamos en el Prefacio de la liturgia de esta solemnidad: “Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de tu ciudad santa, la Jerusalén celeste, que es nuestra madre, donde eternamente te alaba la asamblea festiva de todos los Santos, nuestros hermanos. Hacia ella, aunque peregrinos en país extraño, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”.
Al finalizar la Eucaristía, rezaremos, en la Iglesia, un “responso” por el eterno descanso de nuestros difuntos.