Navidad: Dios hecho hombre
Queridos diocesanos:
El Adviento es el tiempo litúrgico en el que la Iglesia nos llama a prepararnos para celebrar al Hijo de Dios hecho hombre por nuestra salvación. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). La actitud espiritual nos ha de llevar a contemplar con los ojos de la esperanza la trascendencia de este gran acontecimiento en la plenitud del tiempo (cf. Gal 4,4). Dios nos creó por amor y no nos abandonó en nuestra desobediencia. El Adviento es una oportunidad providencial para acoger el Don gratuito de la salvación saliendo al encuentro del Señor.
Pobreza, sencillez y humildad
Al contemplar al Niño Dios nacido en Belén, os invito a leer el pasaje bíblico referente al profeta Elías (cf. 1Re 19,9a.11-13a). El Señor también nos llama hoy como al profeta entonces a salir de nuestra cueva y a acercarnos al establo de Belén para dejarnos sorprender por la sencillez de un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (cf. Lc 2,7). Tal vez en nuestra ensoñación, damos rienda suelta a nuestras fantasías, pero más allá de ellas Dios siempre nos sorprende. Al profeta Elías se le dice: “Sal y permanece en pie en el monte ante el Señor” (1Re 19,11). El profeta fue testigo de un huracán, de un terremoto, de un fuego pero en estos fenómenos no estaba el Señor. Después de esto vino el susurro de una brisa suave ante el cual Elías cubrió su rostro con el manto y en esa circunstancia le llegó la voz del Señor diciéndole que volviera al camino para realizar la misión que se le había encomendado (cf. 1Re 19,9-18). De alguna manera en ese susurro se presentía la presencia del Hijo de Dios que “no gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará. Manifestará la justicia con verdad” (Is 42,2-3). También en esta Navidad se nos pide salir de nuestras cuevas en las que esperamos al Señor según nuestros planes, y acercarnos al establo de Belén para comprobar que Dios se nos muestra de manera imprevisible, arropándose en la sencillez, en la pobreza y en la humildad. Su realismo humano es el referente de la autenticidad para el hombre. Ciertamente en el edificio de nuestra espiritualidad toda ostentación se desploma.
Mensaje del Niño Dios en el establo de Belén
La luz que iluminó el establo de Belén fue irradiándose en el Evangelio y en las actitudes de Jesús a lo largo de su vida aunque en su nacimiento fue ignorado por sus contemporáneos y por las fuerzas que movían entonces los hilos de la trama social. El Señor se ha hecho contemporáneo de la vida de cada uno de nosotros, también en medio de esta pandemia que nos desasosiega y cuestiona pero hemos de seguir viviendo cristianamente la Navidad, imitando a Jesús “que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con él” (Hech 10, 38). Él soportó el desprestigio humano de no tener un lugar en la convivencia social como tantas y tantas personas hoy en día en nuestra sociedad: “Para ellos no había sitio en la posada” (Lc 2,7). En el Sermón de la montaña proclamará: “Bienaventurados los mansos porque ellos heredarán la tierra”. Mantuvo un diálogo constante con el Padre: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños… Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,25.29-30). Nos indicó las pautas de nuestro comportamiento: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28). “Os doy un mandamiento nuevo; que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos; si os amáis unos a otros” (Jn 13,34-35). El apóstol San Pablo escribió que “el amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra con la injusticia sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13,4-7). Una buena guía para no caer en el riesgo de ser blanco de los aduladores, y tratar de actuar siempre en justicia y en verdad. En medio de la crisis humanitaria y sanitaria que nos afecta, la distancia social aconsejada ha de acrecentar la cercanía del corazón. A esto nos llama la Navidad con la alegría de los villancicos y sin el agobio del consumismo.
Exhortación para la Navidad
No amortigüemos las consecuencias del mensaje de Jesús sobre los almohadones de nuestros prejuicios y sentimentalismos. Llevemos a las personas necesitadas material y espiritualmente la Luz que brilló en Belén, ofreciéndoles nuestra ayuda. Por mi parte quiero llegar a vuestros hogares y proclamaros ese gran anuncio de esperanza cristiana: “Hoy en la Ciudad de David nace el Salvador, el Mesías, el Señor”. Pido al Niño Dios que bendiga a todas las familias, en especial a las que en estas fechas el recuerdo de las personas queridas se convierte en tristeza. ¡Feliz Navidad a todos!
Os saluda con afecto,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.