El sacerdote y profesor del Instituto Teológico Compostelano, originario de nuestra parroquia D. Carlos Miramontes, es entrevistado en la Cadena COPE sobre la Eutanasia, tras la aprobación ayer de la Ley de la Eutanasia.
– ¿Dónde crees que se juega hoy el debate sobre la eutanasia?
Considero que se juega en tres discursos diversos. Por un lado hay ciertos grupos de presión, generalmente minoritarios, que consideran el tema de la eutanasia como algo ideológico, donde para ellos la libertad individual debería prevalecer sobre toda otra consideración.
Por otro lado estamos aquellos que defendemos la dignidad de la persona humana sobre cualquier otra consideración. Por último, está el discurso, que yo creo que es el determinante, si bien es el más oculto, el que menos interesa sacar a la plaza pública, de la cuestión
económica. Existe, por ejemplo, un informe de la Oficina Parlamentaria de Presupuesto del Estado de Canadá, publicado el 20 de octubre pasado, en donde se reconoce que el Estado se habría ahorrado 66 millones de dólares en gasto médico desde que se aprobó la eutanasia en junio del 2016.
– ¿Crees que la gente tiene claros todos estos puntos de vista?
Considero que no, por varios motivos. En primer lugar, me parece que tratar de presentar como excluyentes la defensa de la
dignidad humana y de la autodeterminación o libertad de la persona, es algo confuso y contradictorio. El respeto por la dignidad de la persona es el respeto de su libertad. Mucha gente cree, erróneamente, que oponerse a la eutanasia sería como decir: hay que mantener la vida biológica cueste lo que cueste. Esto no es cierto. Eso sería un encarnizamiento terapéutico. Desde el siglo XVI, en uno de los primeros debates bioéticos de la Historia, los profesores de la Escuela de Salamanca determinaron ya que cuando el proceso de la muerte es irreversible, o sería la consecuencia irreversible de no practicar una cierta intervención considerada como excesivamente gravosa para la persona, una persona no puede ser obligada a mantener su vida biológica sin más, y podría lícitamente optar por simplemente dejar seguir el proceso de la muerte sin más. Pero ahí está la diferencia fundamental, en la mal denominada eutanasia, palabra que viene del
griego y que significa «buena muerte», se provoca la muerte de alguien que no está en proceso de morir, es decir, se mata a alguien.
O bien, en la denominada como «indirecta», se ayuda a alguien a suicidarse.
Por otro lado, en el diálogo social se usan ejemplos extremos, y extremadamente emotivos, auténticos dramas humanos, porque lo son, para intentar justificar la aprobación de este tipo de leyes. Pero esta es otra confusión, porque las leyes tienen por definición un carácter general, no particular. Y ese el otro problema, porque según la llamada «ley de la pendiente», primero se empieza por aceptar un caso extremo, para luego acabar extendiendo la justificación a cualquier cosa. En Holanda, por ejemplo, se ha legalizado ya la eutanasia para personas con desórdenes psiquiátricos, lo cual me parece una paradoja, cuanto menos.
– ¿Por qué crees que no se promueven más los cuidados paliativos?
Ciertamente, la promoción de los cuidados paliativos serían la auténtica solución a este debate según la dignidad humana. La gente, la inmensa mayoría, lo que realmente piden es que se les ayude contra el dolor, quieren reducir el dolor, y tener lo más cerca posible a sus seres queridos, no que se les mate. Si me preguntases por qué creo que no se impulsan más los cuidados paliativos, sinceramente no lo sé, pero, tristemente, sospecho que quizá la motivación pudiera ser más bien de tipo económico que otra cosa.