El uso de los cirios desde los orígenes de la Iglesia tenía un carácter fundamentalmente simbólico. Lo ponía ya de manifiesto San Jerónimo: “En todas las iglesias de Oriente se encienden luces cuando ha de leerse el Evangelio, y aunque brille el sol. Naturalmente que esto no se hace para disipar la obscuridad, sino para expresar alegría” (Contra Vig., c.7). Lo mismo dirá siglos después el Micrólogo: no es para disipar las tinieblas que se encienden velas, sino para simbolizar la luz divina.
Es por eso que en nuestros templos psrs las celebraciones o para nuestra oración siempre encendemos velas. Si bien es frecuente que ante las imágenes pongamos sencillos cirios los altares se suelen adornar con bellos candeleros y candelabros. Así, con frecuencia, según la solemnidad, ornamentamos la mesa del altar con las diferentes piezas con las que contamos en nuestros templos: piedra, bronce, metal, plata, etc…
Si hace unos meses anunciamos que nos habían obsequiado con un hermoso candelero de plata hoy agradecemos a una familia que nos ha hecho un nuevo regalo.
Se trata de dos Candeleros de metal plateado, de base triangular apoyada sobre tres grifos, y perfil troncopiramidal con cuerpos decrecientes rematado por cuerpo convexo que da paso al cañón, articulado por medio de cuerpos abalaustrados y anillos cilíndricos, de cuarto de bocel y convexos, rematados por un cuerpo acampanado invertido que da paso a un amplio portavelas volado y al mechero cilíndrico. Presenta una discreta decoración de hojas de acanto y elementos vegetales, guirnaldas, y gallones planos moldurados y convexos, que en la base se complementan con grifos y cabezas de carnero. Se trata de una pieza de estilo romántico, que recrea modelos del primer renacimiento, muy a la moda de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Muchísimas gracias en nombre de toda la comunidad parroquial.