Para los sacerdotes de diversos países que arribamos a Roma, la ciudad eterna, para realizar estudios eclesiásticos de especialización en particular en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz el tiempo de vacaciones de verano es una oportunidad de hacer cambio de actividades, pasando del momento necesario y privilegiado de los estudios al descanso y el servicio pastoral en alguna parroquia. La vuestra Santa Eulalia de Liáns y unida a ella San Martín de Dorneda San Pedro de Nos, la iglesia nueva de Santa Cruz y la capilla de San Pelayo en Montrove, por muchos años, siendo párroco Don. José Carlos Alonso no ha sido la excepción en abrir sus puertas a dichos sacerdotes para poder prestar un servicio pastoral.
La riqueza que aporta dicho servicio es de gran valor humano y espiritual ya que aprendemos de vuestra cultura que unida a la fe hace palpable que aun siendo muchos somos uno en el Señor.
Soy Don. Alberto Munguía, sacerdote nicaragüense, estudiante de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma. Estoy profundamente agradecido con Dios por haberme permitido llegar a vuestra parroquia y poder ofreceros un poco de mi ministerio sacerdotal durante dos meses (agosto y septiembre) tan poco, pero una grande experiencia humana y espiritual.
En la fuente bautismal renacieron nuevos hijos de Dios por el Bautismo, muchos se acercaron para degustar del perdón de Dios en el sacramento de la Confesión. Celebramos la fe en el sacramento de la Eucaristía de la cual participaron muchos niños al recibir a Jesús por vez primera y el consuelo a los enfermos por medio de la Unción. Algunos valientes hombres y mujeres dijeron que sí delante del altar para unirse en santo matrimonio y por gracia de Dios un nuevo ministro ordenado donado a Dios y la Iglesia en el Orden de los diáconos. Y con fe, unidos en oración, pedíamos par algunos el perdón de sus pecados y el descanso eterno.
Mi gratitud a don José Carlos Alonso, cura párroco. En principio, por abrirme las puertas de vuestra parroquia, pero todavía más, por hacerme sentir como en casa con su amistad, fraternidad, sencillez y alegría. La repetida expresión de su cercanía y amistad: ¿estás a gusto?, lo decía todo. A las Hijas de Cristo Rey por su amable acogida en vuestra casa para poder habitar y el testimonio de fe de las muchas hermanas que con el paso de los años le han dado todo a Dios. A las Hermanas Mercedarias de la Caridad con quienes compartimos el misterio de nuestra fe en la Eucaristía.
Gracias a todos vosotros hermanos y hermanas por vuestra cercanía. Os pido que recéis por mí y tened seguro que yo lo haré por vosotros.
De corazón os agradezco estos dos meses de servicio pastoral que son para mí una gran experiencia humana y espiritual.