Reconocernos pobres en los pobres
Queridos diocesanos:
El día 14 de noviembre será la V Jornada Mundial de los Pobres con el lema: “A los pobres los tendréis siempre con vosotros” (Mc 14, 7), siguiendo el mensaje del papa Francisco.
Pobres e identidad cristiana
Para el discípulo de Cristo preocuparse por los pobres forma parte de su identidad cristiana. En este pasaje del Evangelio dice el Papa que “Jesús nos recuerda que el primer pobre es Él, el más pobre entre los pobres, porque los representa a todos. Y es también en nombre de los pobres, de las personas solas, marginadas y discriminadas, que el Hijo de Dios aceptó el gesto de aquella mujer”[1] que derramó un frasco de perfume costoso sobre su cabeza. En relación a este gesto, criticado por algunos de los presentes en casa de Simón en Betania, diciendo que se podía vender y entregar el dinero a los pobres, Jesús comentará: “En verdad os digo que, en cualquier parte del mundo, donde se proclame el Evangelio, se hablará de lo que esta [mujer] ha hecho, para memoria suya” (Mc 14, 9). Se subraya el vínculo inseparable que hay entre Jesús, los pobres y el anuncio del Evangelio. “Toda la obra de Jesús afirma que la pobreza no es fruto de la fatalidad, sino un signo concreto de su presencia entre nosotros. No lo encontramos cuando y donde quisiéramos, sino que lo reconocemos en la vida de los pobres, en su sufrimiento e indigencia, en las condiciones a veces inhumanas en las que se ven obligados a vivir”[2].
La hora de los pobres
La pandemia ha puesto de relieve diferentes formas de pobreza. Nos hace recordar las palabras de San Juan XXIII: “He aquí la hora de los pobres, de los millones de pobres que existen en el mundo, es la hora del misterio de la Iglesia, madre de los pobres, es la hora del misterio de Cristo sobre todo en el pobre”. Sin duda, muchas personas sensibles a esta realidad están desviviéndose por los pobres. En la historia de la Iglesia esta inquietud ha sido una realidad pudiendo traer a nuestra memoria una gran lista de hombres y mujeres comprometidos con los pobres. Así, Santa Teresa de Calcuta, contemporánea nuestra, que entregó su vida al servicio de los pobres y en comunión con ellos. Nos puede parecer una utopía pero “los ideales si son auténticos, si son buenos, no son sueños, son deberes”. Ante los dramas de las personas y de sus miserias la respuesta es vivir la fraternidad, la solidaridad y la amistad con los más desfavorecidos. Están prohibidos el desprecio y la indiferencia.
La miseria es un muro de separación que Cristo encarnado y el amor de Dios Padre han derribado para que las personas heridas por cualquier tipo de pobreza, material o espiritual, puedan ser escuchadas, acompañadas y ayudadas. “Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, escribe San Pablo, el cual siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza” (2Cor 8,9).
Aprender de los pobres
También los pobres nos enseñan “a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos. Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro considerándolo como uno consigo. Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien”[3].
“El amor es de Dios” (1Jn 4,7-8). Quien se siente amado, siente la necesidad de amar a quien lo necesita. Amar y servir a los pobres es honrar a Cristo en sus personas. “La caridad nunca debe mirar hacia atrás, sino hacia adelante, porque el número de buenas acciones ya pasadas es siempre muy pequeño, mientras que las miserias presentes y futuras a los que hay que atender son infinitas”. Se nos llama a compartir con ellos más allá de la limosna puntual y ocasional. En la actualidad, encontramos a muchos hombres y mujeres, jóvenes y niños que no sólo ayudan sino que comparten con los pobres en las distintas y nuevas formas de pobreza. La generosidad de la que muchas personas dan testimonio, unida a proyectos de promoción humana, está aportando y aportará una contribución muy importante en estas circunstancias.
Los pobres están entre nosotros. ¡Qué evangélico sería si pudiéramos decir con toda verdad: también nosotros somos pobres, porque sólo así lograremos reconocerlos realmente y hacerlos parte de nuestra vida e instrumentos de salvación!
Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.
[1] FRANCISCO, Mensaje para la jornada mundial de los pobres 2021, 1.
[2] Ibid., 2.
[3] FRANCISCO, Evangelii gaudium, 198-199.