La palabra latina «adventus» significa “venida” y nosotros la referimos a la venida de Jesucristo.
Llamamos Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.
En este tiempo se nos invita:
– Recordar el pasado: Celebrando y contemplando el nacimiento de Jesús en Belén. - Se nos impulsa a vivir el presente: viviendo en nuestra vida diaria la «presencia de Jesucristo por nosotros, en el mundo. - Nos convocan a preparar el futuro: preparándonos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la «majestad de su gloria»
Varios son los signos externos con los que la Liturgia nos muestra que ha comenzado un nuevo ciclo: la austeridad litúrgica, ausencia del gloria, la corona, etc…
Pero el Adviento no es un tiempo penitencial como la Cuaresma, sino que es un tiempo de preparación y espera gozosa, y en consecuencia ha de ser una preparación interior y personal.
Tres ideas sencillas pueden ayudarnos a disponer nuestro corazón y preparar con amor y esperanza el nacimiento de nuestro Salvador podrían ser
⁃ En primer lugar, la confesión: Es Cristo quien quiere nacer en nuestras vidas. ¡Qué mejor que prepararnos con un corazón bien dispuesto!
⁃ En segundo lugar Esforcémonos por traer paz y armonía a nuestro hogar, a nuestro entorno pues celebramos que El que viene, es el Principe de la Paz
⁃ Finalmente, la vivencia de la caridad. Esta no puede convertirse en una forma de tranquilizar conciencias en medio de unos días de consumismo, desenfreno y viva la vida. De este modo cuando venga el Señor nos encontrará con la lámpara de la fe encendida y si no alimentamos esa lámpara con la Caridad se apagará.
No olvidemos nunca que la fe se nutre de la caridad.