El obispo auxiliar de Santiago de Compostela, mons. Francisco Prieto, presidió esta tarde la Eucaristía en la que los seminaristas Enrique Alonso y Pablo Bazarra recibieron el ministerio del Lectorado. Además Bazarra fue también instituido Acólito.
La ceremonia tuvo lugar en la Capilla del Seminario Mayor de San Martín Pinario y fue concelebrada por los formadores del Seminario y un nutrido grupo de sacerdotes de las parroquias en donde los candidatos al sacerdocio desarrollan su actividad pastoral.
El obispo auxiliar señaló en su homilía que “el Espíritu Santo alumbrará el camino de los dos” a la vez que les invitó de manera especial a “profundizar en la Palabra de Dios y aprender a amar al prójimo en la mesa del altar”.
Quisieron acompañar a los dos seminaristas en esta celebración, además de sus compañeros, un grupo de alumnos del Seminario Menor de la Asunción, miembros de la vida consagrada y también algunos feligreses que no quisieron faltar a la cita.
MINISTERIOS DE LECTORES Y ACÓLITOS
El ministerio de lectores es un servicio a la Palabra de Dios y consiste en proclamar la Sagrada Escritura en la asamblea litúrgica, a excepción del Evangelio que se reserva al Orden Sagrado. También dirigen el canto y la participación de la asamblea litúrgica, instruyendo a los que van a recibir los sacramentos y a los que ocasionalmente hayan de proclamar la Palabra de Dios en la liturgia. Este ministerio exige aspirar constantemente a seguir los pasos de Jesucristo, como auténticos discípulos suyos, y meditar asiduamente la Sagrada Escritura para conocerla mejor.
El ministerio de acólitos es un servicio al altar y consiste en ayudar a los diáconos y presbíteros en la acción litúrgica, principalmente en la Eucaristía, y en instruir a los fieles que eventualmente ayudan en la liturgia. También son ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión en las celebraciones y en la distribución de la misma a los enfermos en sus casas, hospitales o residencias de ancianos. También pueden exponer el Santísimo Sacramento de la Eucaristía para su adoración pública, excluyendo la bendición con el mismo. Este ministerio exige ofrecerse diariamente a Dios en la oración y en la acción ordinaria, y estar cerca del Pueblo de Dios, especialmente de los necesitados, también de los jóvenes y ancianos. Por supuesto, el acolitado requiere una especial sensibilidad litúrgica.