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1.- Actitud de espera. El mundo necesita de Dios. La humanidad está desencantada y desamparada. Las aspiraciones modernas de paz y de dicha, de unidad, de comunidad, son terreno preparado para la buena nueva. El Adviento nos ayuda a comprender mejor el corazón del hombre y su tendencia insaciable de felicidad.
- El retorno a Dios. La experiencia de frustración, de contingencia, de ambigüedad, de cautividad, de pérdida de libertad exterior e interior de los hombres de hoy, puede susci- tar la sed de Dios, y la necesidad del encuentro con Él en lo hondo del corazón, La infidelidad a Dios destruye al hombre y al pueblo; su fide- lidad realiza su auténtica historia e identidad. El Adviento nos ayuda a conocer mejor a Dios y su amor al mundo. Nos da conocimiento in- terno de Cristo, que siendo rico por nosotros se hace pobre.
- La conversión. Con Cristo, el Reino está cerca, dentro de nosotros. La voz del Bautista es el clamor del Adviento: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale». El Adviento nos invita a la conversión del corazón, expresada en el sacramento de la Penitencia; una buena confesión es la mejor preparación a que el Niño Dios nazca en nuestro corazón. 4.Jesús es el Mesías. Será el liberador del hombre entero. Luchará contra todo el mal y lo vencerá no por la violencia, sino por el camino de la entrega del amor. La salvación pasa por el encuentro personal con Cristo.
- Gozo y alegría. El reino de Cristo no es sólo algo social y externo, sino interior y profundo. Su venida constituye el gran gozo para el pueblo: una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el pecador se arrepiente. El Adviento nos enseña a conocer que Cristo es la fiesta definitiva de la nueva humanidad.