Hoy, 10 de enero de 2023. Se cumplen 50 años de la presencia de las Hermanas Mercedarias de la Caridad, fundadas por el Beato granadino Juan Nepomuceno Zegrí y Moreno en nuestra parroquia.
La Iglesia desde sus orientaciones doctrinales invita a la Vida Religiosa a ser testimonio vivo del Evangelio de Jesús, desde su estilo de vida y desde su forma de realizar su trabajo. El Papa Pablo VI, desde su
Exhortación Apostólica Evangélica Testificatio señala aspectos importantes de renovación y hace una llamada a atender el grito de los pobres. Y entonces, ¿cómo encontrará eco en vuestra existencia el eco de los pobres?. Él debe prohibiros ante todo, lo que sería un compromiso con cualquier forma de injusticia social.
(…) Invita, por otra parte, a no pocos de vuestros Institutos a cambiar, poniendo algunas obras al servicio de los pobres» (n° 18).
¿Acaso no es esta insinuación apostólica la que desde los orígenes de la Congregación hizo el Padre
Fundador en la instrucción para aspirantes en 1882: «La misión a que está consagrada esta Congregación es la práctica de la caridad ejerciendo todas la obras de misericordia espirituales y corporales en persona de los pobres sirviéndoles en hospitales, hospicios, escuelas y en cuantas obras puedan redundar en beneficio de la humanidad enferma, necesitada y desamparada».
El 10 de enero de 1973, una Comunidad de Hermanas Mercedarias llega al pequeño pueblo del Puerto de Santa Cruz en la Provincia de La Coruña. Allí, un sacerdote, Don Manuel García Calviño, ha ido acogiendo a niños abandonados, en su mayoría hijos naturales y procedentes de las Casas-Cuna de La Coruña y de Ferrol, faltos de afecto y de comprensión y con historias personales demasiado «densas» para los pocos años vividos. Cuando llegan la Hermanas la casa llevaba unos años funcionando y los niños eran casi 300.
Son cuatro las Hermanas que van a hacerse cargo de todo aquel poblado infantil que eran atendidos en las clases por Profesores seglares. Sor María Luisa González Gandoy, es la superiora y con ella van Sor Teresa Gil Lameiras, Sor Águeda Oyarzun Belda y Sor Liduvina Martín García, un año más tarde la Comunidad aumentará con una Hermana más Sor Mariana Portela del Río.
A la llegada de las Hermanas era tal el desorden que existía en la Casa, que estas no saben por donde empezar. Se pusieron al frente de los servicios de cocina y ropería dos de ellas, otra como Enfermera atendía las necesidades que había en el Centro y en el entorno, debido a que en aquella época la atención sanitaria gratuita no existía, y otra Hermana se hizo cargo de una de las clases. Las dificultades que pasaron fueron grandes y difíciles de enumerar, el esfuerzo que las Hermanas realizaron fue heroico para dar a conocer lo que significaba orden y limpieza.
El número de niños fue aumentando y en 1975 llegaron a ser 375 internos, que asistían dentro del Centro a las clases de E.G.B. y de Formación Profesional, Primero y Segundo Grados en las modalidades de: Ajuste, Torno y Automoción. La enseñanza gratuita en todos los niveles. El internado atendido por Sacerdotes Diocesanos, además de la Religiosas Mercedarias de la Caridad. El Centro, colaborador del Tribunal de Menores y de la Junta de Protección de Menores.
En 1976 Don Manuel García Calviño amplía la obra, pensando en ayudar a las jóvenes de las aldeas, que por falta de Centros de estudios no podían promocionarse, lo lleva a la práctica, y en local aparte se prepara una residencia donde pudieran quedar durante la jornada laboral, a la vez que realizar sus estudios de Auxiliares Administrativas; todo gratuito; supervisadas por una Hermana, rigiéndose ellas mismas con un horario conveniente. También las Hermanas les dan clase de Religión y de Mecanografía. En ese mismo año aumenta una Hermana maestra y se abre una Guardería Infantil para niños de la Parroquia, que estuvo muy floreciente hasta que abrieron la Guardería en el Grupo Escolar de Santa Cruz. Andando los años las necesidades van cambiando, y lo que en un momento es necesario no lo es en otro. En 1993 también se cierra la Residencia de chicas por falta de matrícula, ya que se invaden los pueblos de esta clase de Centros.
Este mismo año el número de alumnos va disminuyendo progresivamente, debido fundamentalmente a que han dejado de mandar niños de las Casas Cuna de La Coruña y de Ferrol, que era de donde procedían mayoritariamente, de veinticinco a cuarenta niños de seis años cada Curso. Esto se fue palpando sucesivamente, hasta llegarnos a encontrar con una matrícula de sesenta niños en total.
El día catorce de septiembre de 1987, con el fin de dar un nuevo impulso de renovación al Centro, llegan tres Hermanos Maristas. La Archidiócesis de Santiago les encomienda la dirección y atención del Internado.
Vienen llenos de ilusión. En el Internado se lleva a cavo una sencilla reforma, haciendo de cada dormitorio un pequeño hogar para quince niños, en total sesenta. Los Profesores de E.G.B. se alarman; la matrícula no aumenta, ven el peligro del cierre de las aulas. Los Maristas, después de tres años de una hermosa labor de entrega, servicio y ejemplaridad, el día treinta y uno de junio de 1991, viendo que esta labor no era para ellos, se despiden del Centro «Apóstol Santiago»
El uno de diciembre de 1992, ante la imposibilidad de mantener el puesto de trabajo del Personal
Docente del Centro, debido a la retirada del Concierto Educativo, los Profesores aceptan la extinción del
Contrato de Trabajo y el cese definitivo de su relación laboral con la Empresa.
A la vista del desarrollo de los acontecimientos, el Arzobispo Mons. Rouco Varela, que deseaba la continuidad de la labor del Centro, convoca una reunión que se llevó a efecto en el Despacho de Don Manuel. A la misma hemos asistido además del Sr .Arzobispo: Don Manuel García Calviño, los tres Hermanos Maristas y servidora, como Superiora de las Hermanas Mercedarias de la Caridad. En el curso de dicha reunión, el Señor Arzobispo se dirige a esta servidora (María Luisa González Gandoy) con la siguiente expresión: «Ustedes, ¿no podrían hacerse cargo de este Centro, llevando tantos años trabajando en él»?, a lo que he contestado: «esta misma noche hablaré con la Provincial» y… efectivamente, llevé a efecto la llamada a lo que se me responde: «ahora mismo hablaré con la General». Antes de retirarme a descansar he llamado a Monseñor Rouco dándole esperanzas, quien ha mostrado alegrarse sinceramente. Efectivamente, la Provincial llamó a la General, que le pareció bien y a continuación se iniciaron aquí y en Madrid los trámites para la compra del Centro «Apóstol Santiago». Hecha la compra se procedió a la búsqueda de un piso adecuado para instalarnos provisionalmente las cuatro Religiosas con diez niños. Hemos encontrado un piso suficientemente amplio tal como necesitábamos y muy bien situado, ya que estaba justo enfrente a la iglesia.
Se desocupó el Centro que hasta entonces habíamos habitado y procedimos al traslado.
Al mismo tiempo se iniciaban las obras de construcción, que llevó a efecto una empresa muy eficiente, procedente de Madrid. En el período de dos años la obra estaba concluida: cuatro hermosos hogares para diez niños cada uno, en los que habían de vivir en régimen familiar, acompañados en cada uno de una Hermana. El edificio quedó con todas las comodidades y servicios a que se puede aspirar: amplia capilla, salones de reuniones, salas de estar, amplias y confortables dependencias para las religiosas, hermosos patios exteriores, en fin, un Centro como para la finalidad que se persigue, sin faltarle de nada; gracias a Dios. La Comunidad ha sido ampliada en número de Religiosas; de cinco ha llegado a nueve, que actualmente trabajamos con entrega, gozo y celo apostólico, cuidando de estos niños y jóvenes que tenemos a nuestro cargo, como de la buena marcha del Centro «Hogar La Merced», denominación que ha tomado a raíz de la compra, en lugar de la anterior «Apóstol Santiago
Muchísimas felicidades y sobre todo ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS!