El santo educador escribió a los suyos una carta sobre cómo debían tratar a los alumnos, que generalmente eran muy difíciles, marginados y de familias desestructuradas.
Son consejos muy útiles para todos y que hoy pueden servir de orientación a padres y educadores :
«Si de verdad buscamos la auténtica felicidad de nuestros alumnos y queremos inducirlos al cumplimiento de sus obligaciones, conviene que nunca olvidéis que hacéis las veces de padres de nuestros amados jóvenes, por quienes trabajé siempre con amor, por quienes estudié y ejerci el ministerio sacerdotal, y no sólo yo, sino toda la Congregación salesia-na. Es más fácil enojarse que aguantar; amenazar al niño que persuadirlo; añadiré incluso que, para nuestra impaciencia y soberbia, resulta más cómodo castigar a los rebeldes que corregirlos, soportándolos con firmeza y suavidad a la vez.
Os recomiendo que imitéis la caridad que usaba Pablo con los neófitos, caridad que con frecuencia lo llevaba a derramar lágrimas y a suplicar, cuando los encontraba poco dóciles y rebeldes a su amor. Guardaos de que nadie pueda pensar que os dejáis llevar por los arranques de vuestro espíritu. Es difícil, al castigar, conservar la debida moderación, la cual es necesaria para que en nadie pueda surgir la duda de que obramos solo para hacer prevalecer nuestra autoridad o para desahogar nuestro mal humor. Jesús nos mandó que fuésemos mansos y humildes de corazón. Son hijos nuestros, y, por esto, cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira.
Mantengamos sereno nuestro espíritu, evitemos el desprecio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como nos conviene a unos padres, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de sus hijos. En los casos más graves, es mejor rogar a Dios con humildad que arrojar un torrente de palabras, ya que estas ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de provecho alguno a los culpables»
¡Gracias Don Bosco!