No es raro en nuestras parroquias encontrar gente exigente que pide servicios parroquiales de la misma forma que va al gestor o al supermercado a comparar aquello que él necesita.
Estamos en un mundo de “servicios”. Sin embargo los cristianos no exigimos “servicios” a los demás, sino que nuestra misión en “servir” al otro. Como recuerda Daniel Juan Tortosa, profesor de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Católica de Valencia, la parroquia no puede quedar reducida a una taquilla de partidas sacramentales, expendeduría de sacramentos o institución benéfica y, en algún caso, espacio cultural. Si se pierde la dimensión personal que nace del encuentro gozoso con Cristo, el Buen Pastor, el trabajo pastoral podría quedar reducido a pura tarea de funcionario, la liturgia, en un ritualismo supersticioso y vacío, la acción caritativa, en un servicio social o filantrópico, y la evangelización, en propaganda religiosa ideologizada.
Por eso, a veces, en vez de pensar qué puedo pedirle a la comunidad, deberíamos considerar, qué puedo aportar a la comunidad cristiana, para que sea más familia, las de Cristo.
Son muchos los ámbitos de trabajo que la parroquia ofrece: formación, catequesis, Liturgia, social, administrativo, musical, entre otros muchos. Parafraseando a
John F. Kennedy en su discurso de investidura “No pienses qué puede hacer tu parroquia por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tú parroquia”. Pues no lo olvides: La parroquia – como Hacienda- somos todos.