Dentro de pocos días seremos introducidos en el Tiempo de Cuaresma. Es el Tiempo Litúrgico de la Iglesia en el que Dios quiere privilegiar un derramamiento superabundante de gracias de conversión. Es evidente que siempre es tiempo propicio para la conversión personal, porque siempre la necesitamos, y porque Dios siempre está dispuesto para perdonar y para restablecer a sus hijos en su Gracia. Pero sabemos que, durante la Cuaresma, Dios derrama gracias especiales de conversión, pedidas especialmente por toda la Iglesia, unida especialmente a Jesucristo en su petición y en su espíritu de oración y de penitencia.
Entramos en Cuaresma con toda la Iglesia.
De parte de Dios, está asegurado el derramamiento superabundante de gracias de conversión. De parte nuestra, es necesario entrar en las disposiciones de oración y de penitencia, propias de la Cuaresma, que abren nuestros corazones para recibir esas gracias superabundantes de conversión.
La celebración y vivencia del Tiempo de Cuaresma está diseñada como un itinerario de conversión; es decir, como un camino en el que progresivamente vamos siendo guiados por el Espíritu Santo, mediante la Palabra de Dios y las Oraciones Litúrgicas, hacia la meta última que es la comunión con Cristo en su Misterio Pascual, en su Pasión, Muerte y Resurrección.
Este itinerario de conversión viene marcado por el contenido de los Evangelios que se proclaman cada Domingo de Cuaresma en este Ciclo A:
⁃ En el primero se nos presentan las Tentaciones de Jesús en el Desierto. Se nos dice así desde el princi- pio que este camino es un combate con el Diablo, con el Mentiroso, que siempre nos presentará otro camino más rápido y más fácil. Se nos invita a ser humildes y reconocer que nuestra debilidad humana nos puede hacer caer; pero podemos vencer con Cristo, y siguiendo el ejemplo de Cristo.
⁃ En el segundo se nos presenta la Transfiguración del Señor. Es la revelación de la Gloria de Cristo, como Hijo de Dios, y de la gloria de los hijos de Dios que le sigan hasta el final. De esta manera somos animados y estimulados a emprender el itinerario de conversión, conociendo la meta de gloria.
⁃ En el tercero se nos presenta el encuentro de Je- sús con la samaritana y su diálogo acerca del agua viva. Es el anuncio y el recuerdo del nuevo nacimiento por el Bautismo. Hemos nacido del agua y del Espíritu como criaturas nuevas, con una vida nueva. Es necesario conocer el don de Dios.
⁃ En el cuarto se nos presenta el milagro del ciego de nacimiento. Es la revelación del don de la Fe. Esa Luz del Señor que nos hace ver lo que no veíamos, y nos impulsa a vivirla y testimoniarla ante todos. La Fe es la primera y principal de las virtudes, que debemos estar pidiendo constantemente.
⁃ En el quinto y último, antes de la Semana Santa, se nos presenta la resurrección de Lázaro. Con este relato se nos enseña que la conversión verdadera es un paso de muerte a vida; que la conversión verdade- ra es dejar de estar muerto verdaderamente, para vivir con el Señor verdaderamente.
⁃ Así entramos en la Semana Santa para morir con Cristo al pecado en la Cruz y resucitar con Cristo a la Vida Nueva, a la Vida de Gracia, a la Santidad.
¿Cómo podemos recorrer este camino?: Meditando más atentamente la Palabra de Dios que se pro- clama cada día; ayunando de aquellas cosas super- fluas que nos distraen del Señor y nos engañan; ejerciendo la caridad y las obras de misericordia; acudiendo a la intercesión de la Virgen María; contemplando y meditando la Pasión del Señor; y mortificando nuestras pasiones dominantes.
Es bueno y saludable contemplar la horrible maldad del pecado, con las consecuencias terribles que estamos viendo en nuestra sociedad. Conviene no cerrar los ojos a la maldad de los pecados estructurales, para darnos cuenta de la gran necesidad que tenemos de conversión personal y eclesial.