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Jesús enseña a sus discípulos cómo debe ser su forma de vida. También se dirige a cada uno de mostros y nos recomienda tres prácticas cristianas, que ayudan a llevar una vida más auténtica según el Evangelio: la oración, relación con Dios; la limosna, relación con el prójimo, y el ayuno relación con uno mismo. Las tres van acompañadas de una gran insistencia en actuar por amor a Dios y al prójimo y no para recibir el aplauso o la alabanza de la gente. La búsqueda del reconocimiento ajeno y su aplauso lo estropea todo ante Dios.
⁃ La oración: Es imprescindible para el discípulo de Jesús. “El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el con- suelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida”
⁃ La limosna: expresión sincera de caridad. “El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. La limosna ¿sigue teniendo valor hoy día? La palabra limosna provoca rechazo. Y el concepto mismo de limosna, también. Pero los donativos a organiza- ciones solidarias serias siguen teniendo gran valor. Ahí está Caritas, una gran obra de la Iglesia Católica.
⁃ El ayuno: “Constituye una importante ocasión para cre- cer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sien- ten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre”. (...) El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, aumenta nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre”.