Después de la misa vespertina del Jueves Santo y la escenificación en la Iglesia nueva de Santa Cruz tuvimos una Hora Santa en la que acompañamos al Señor, quién se encuentra a en el Monumento. Durante la noche hemos podido acompañar al Señor como los apóstoles lo hicieron después de la Última Cena en Getsemaní.
Tras la última cena, el Señor, viendo que su hora estaba próxima, se encaminó con sus discípulos al monte de los olivos. Allí tanto a ellos como a nosotros nos invita a orar y velar, a acompañarle en estos momentos de dolor y sufrimiento. Este momento de Jesús lo hemos contemplado por medio de la lectura del Evangelio, desde ángulos diferentes pero complementarios, desde los Salmos, desde el Evangelio y la alabanza.
Hoy día de la institución de la Eucaristía hemos sido convocados por el Señor para acompañarle en el Monumento. “En la Eucaristía hallamos la fuente de felicidad que estamos buscando sin cesar. Juan Pablo II nos decía en Roma: “En realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es Él quien os lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar” (Roma JMJ, 2000).
Los jóvenes de la parroquia prepararon una hermosa celebración con oraciones, cantos, alabanzas y tiempos de silencio para la oración personal. Nos han recordado que el “termómetro” que marca la “temperatura espiritual” de una parroquia es el amor de sus fieles a la Eucaristía.