Nos ha sido encomendad su atención pastoral, un reto que afrontamos al tiempo con ilusión y preocupación. Todo cambio implica esperanza por la vida nueva e incertidumbre por lo desconocido. Todo cambio es también una oportunidad para recrear la vida y dejar que Dios nos siga inspirando la bueno y lo nuevo que solo viene de Él. Solo basta saber confiar y ser dóciles a su Espíritu.
Pero también lo afrontamos con preocupación porque no es lo mismo atender una parroquia que atender cuatro (entre otros muchos encargos pastorales). Nuestra nueva Unidad Pastoral la conforman 30.000 personas y el tiempo es limitado. Esto supondrá un esfuerzo de entendimiento, comprensión, cambios que no siempre serán del agrado de todos, pero que desgraciadamente son inevitables. Estamos estudiando un proyecto pastoral que llegue a todos conscientes de que nunca será posible satisfacer a todos, acostumbrados a que las cosas siempre se habían hecho hasta ahora de determinada manera. Eso ya no podré ser posible por lo que os pedimos a todos paciencia y comprensión.
En la Iglesia los cambios no ocurren de repente; son solamente el comienzo de un proceso que empieza a hacerse. Por eso, un nuevo estilo de trabajo como es el de las unidades pastorales, que contempla en sí mismo otros ámbitos (como es el de la formación, acompañamiento e integración de los laicos entre otros) tendrá que ir haciéndose poco a poco, respetando los tiempos de las personas.
La situación actual de la iglesia española en general y de nuestra diócesis De Santiago en particular ha llevado a los responsables de la pastoral diocesana a proponer el modelo de las Unidades de Pastorales (UPAs) como una manera de atender nuestras comunidades en sus necesidades celebrativas y religiosas.
Esta situación anteriormente nombrada viene marcada normalmente por tres rasgos característicos:
- La despoblación creciente y cada vez más acelerada en nuestros pueblos.
- La falta de sacerdotes, cada vez más mayores, cada vez más acusada y de la que tan sólo hemos visto el principio.
- Como consecuencia de las dos anteriores la asignación de un número creciente de parroquias a un número cada vez más reducido de curas, que normalmente tienen otras tareas diocesanas asignadas.
- La falta de sacerdotes, cada vez más mayores, cada vez más acusada y de la que tan sólo hemos visto el principio.
Antes cada parroquia tenía su cura- cuando no dos- que atendía exclusivamente a su comunidad parroquial llevando a cabo personalmente todas las actividades parroquiales, incluso a veces las que deberían haberse realizado por medio de los seglares.
Hoy en día un cura debe atender a varias (a veces muchas) y además compaginar esa labor con otras (clases, capellanías de monjas, hospitales o conventos, nombramientos pastorales diocesanos…) Por lo tanto se ve como necesaria la colaboración de los seglares en este campo, recuperando algunas de las funciones que les son propias y ayudando en aquellas que eran propias del sacerdote pero a las que no puede ya llegar.
Se trata, en definitiva, de que debemos trabajar entre todos para que la vida religiosa de nuestras pueblos no sólo no desaparezca por la falta de sacerdotes si no de y que todos tomemos conciencia de nuestra corresponsabilidad en la vida de nuestras parroquias y de nuestra Unidad Pastoral.
Comencemos en este primer día haciendo realidad el lema de nuestra UPA (Unidad Pastoral): ¡Cuatro parroquias, una Comunidad!