Pentecostés es la tercera fiesta más importante que se celebra en la cristiandad. Celebra el descenso del Espíritu Santo a un círculo de unas 120 personas: los apóstoles, María, algunas mujeres y otros discípulos del círculo de amigos de Jesús. Este grupo se había reunido originalmente en el Cenáculo «por miedo a los judíos» (Jn 20:19), pero luego, para esperar en oración una iniciativa de arriba, se reunió en el Cenáculo.
Pentecostés se celebra a los 50 días de Pascua, de ahí la palabra «Pentecostés», que deriva del griego pentekostē (= ‘cincuenta’). Pentecostés es considerado como la celebración del nacimiento real de la Iglesia, donde un significado profundo radica en el hecho de que el lugar de nacimiento es idéntico al espacio en el que Cristo instituyó la Eucaristía.
Qué grande y hermoso es el Espíritu Santo. Su fuego, su amor, su sabiduría, su buen consejo; todo lo hace nuevo.
Hoy celebramos la Pascua de Pentecostés. El Espíritu que llenó de fuerza y valor a los apóstoles para ser testigos de la Buena Noticia, quiere impulsarnos a nosotros a vivir esa misma experiencia de vida. Vivir es algo maravilloso y eso es lo que quiere Dios para todos “he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. “Os infundiré mi Espíritu y viviréis”.
Pero, ¿qué sentido da vivir la vida según el Espíritu?. La vida merece ser vivida para entregarla. Es lo que vemos hacer a tantas familias, amigos, enamorados, religiosos, trabajadores, personas de bien. El amor crece y madura cuando se da no cuando se retiene egoístamente.
El Señor nos llama a cada uno como Comunidad Parroquial a vivir un nuevo Pentecostés aquí y ahora, en este tiempo de la historia que nos ha tocado vivir. Pongámonos en actitud de acogida del Espíritu Santo que nos impulse a “ver”, “juzgar” y “actuar” con criterios nuevos de paz, justicia, amor y libertad; con la mirada de Dios que no se fija en las apariencias, sino que mira el corazón.
Este día es el día de Acción Católica y Apostolado seglar. Unidad en la diversidad.Trabajemos por poner al servicio del bien común nuestros diversos carismas y ministerios. Impliquémonos en nuestra familia, barrio, trabajo, estudio, etc. para que sean espacios donde se valoren la justicia, la dignidad de toda persona humana y la verdadera fraternidad. Trabajemos con otras personas que desde diferentes ideas quieren contribuir a construir puentes para hacer un mundo mejor. El compromiso en la vida pública es fundamental para que seamos creíbles y con nuestro testimonio y cercanía demos razones del Dios de la vida, que quiere caminar junto a cada persona sintiéndose valorada.