Tanto el grupo joven de la parroquia como un nutrido grupo de la parroquia de Pastoriza y Meicende participaron en una adoración al
Santísimo en la Vigilia del Espíritu Santo.
Para la ambientación pusieron bajo el altar, en letras bien grandes, los dones que insufla en los creyentes el Espíritu Santo, festividad que celebramos este domingo.
La celebración estuvo solemnizada por el grupo de jóvenes de Meicende que, con su buen hacer musical, convirtieron las letras de las canciones en auténticos momentos de oración.
Los jóvenes, habían sido convocados por la acción del Espíritu a la Vigilia de Pentecostés Juvenil a encontrarse con Jesús Sacramentado en esa noche. Quería ser un encuentro íntimo y a la vez comunitario en el que nos nos uniésemos en oración con profunda acción de gracias por sus dones. El objetivo de este era despertar aún más la conciencia de la missio ad gentes (misión en los territorios donde no se conoce el Evangelio) y en que hoy, nuestra sociedad occidental se necesita retomar la acción evangelizadora con un nuevo impulso la transformación misionera de la vida y de la pastoral; para que todos los fieles lleven en su corazón el anuncio del Evangelio y la conversión misionera y evangelizadora de las propias comunidades; para que crezca el amor por la misión, que «es una pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo» (EG 268).
La Misión brota de un envío. El misionero es en primer lugar, un enviado. Jesús, antes de regresar al Padre, envió a sus apóstoles a anunciar el Evangelio a todos, sin distinción. Nos promete su compañía. Promesa que se cumplía ante nosotros ante el Altar, donde en momentos de silencio mirábamos a Jesús. El silencio es la mejor manera de escuchar, porque nos permite llevar hasta el corazon las cosas que vemos, que oimos, que sentimos. Confiamos – y así se lo pedimos a Dios por la
acción de su Espíritu- en que los jóvenes se hayan sentido interpelados y estén dispuestos a seguirle.